Nosaltres que som demòcrates i vosaltres que no ho sou (Daniel Innerarity)
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| Daniel Innerarity |
Nos hemos acostumbrado a concebir nuestra época como el final de algo, su agotamiento o su desaparición. Junto al final de la modernidad, la historia, la verdad, desde hace tiempo se anuncia solemnemente el final de la democracia (...)
Algo se ha agotado definitivamente pero no hasta el punto de desaparecer de lo nuevo que somos incapaces de nombrar sin su ayuda. No habría democracia en las post-democracia, pero tampoco algo completamente distinto que pudiéramos nombrar con un término diferente del que empleábamos para referirnos a lo que ha desaparecido.
Forma parte de la naturaleza de la democracia una interminable discusión acerca de cuál es su naturaleza. Pocos conceptos son tan controvertidos como el de democracia.
Esta discusión se ha vuelto hoy especialmente confusa porque incluso los más declarados enemigos de la democracia hablan en su nombre. No hay complot contra la democracia que no se promueva para conseguir una verdadera democracia.
La distinción entre la democracia y su contrario ha dejado de ser operativa desde el momento en que todo el mundo apela a ella, incluidos quienes, según nuestra concepción, estarían intentando destruirla. Los actuales populismos de derechas se distinguen del fascismo clásico porque su retórica está llena de apelaciones a la democracia, de dodo similar a como el populismo de izquierda no defiende la dictadura del proletariado sino una democracia más real que surgiría de la superación del capitalismo. Piense uno lo que quiera de cada una de estas proclamas, pero la apelación casi universal a la democracia nos habla tanto de su éxito como de su banalización. Que la distinción entre demócratas y no demócratas se verifique hoy en el interior de la democracia es un problema y, al mismo tiempo, una consecuencia de la victoria sobre sus alternativas. La democracia ya no puede imaginar un otro totalitario como ocurría en tiempos de la rivalidad sistémica; ya no estabiliza en virtud de su contraposición a una alternativa por la sencilla razón de que no la hay. Vivimos hoy un período de enigmática inestabilidad democrática como consecuencia de su éxito.
La democracia implica una igualdad en cuanto a la legitimidad de intervenir en las decisiones públicas, pero la acusación de querer acabar con la democracia es un arma de exclusión demasiado poderosa, como lo es la tentación de deslegitimar al discrepante en nombre de la democracia
En cualquier caso, no es muy democrático presentar la propia posición ideológica como equivalente a la democracia y la del adversario como antidemocrática, aunque pueda ser útil para la competición electoral. Si hacemos caso a lo que nos dicen, en cada elección no se decide quién dirige el gobierno sino la supervivencia de la democracia. (...) El problema fundamental de la democracia no es tanto el representado por sus enemigos sino el hecho de que la hayamos diseñado de tal modo que, según nos dicen, esté permanentemente en trance de desaparecer.
La retórica política usa y abusa de la confrontación entre nosotros los demócratas y quienes no lo son, una apelación que moviliza y cosecha éxitos parciales pero que conduce a una concepción de la democracia que consistiría en imposibilitar el acceso de otros, lo que a su vez hace plausibles las razones democráticas de los excluidos; se les confiere así el atractivo de lo prohibido, de lo incorrecto, de lo nunca ensayado. ¿Cuánto tiempo vamos a estar reduciendo la política a impedir que gobiernen otros?
Por supuesto que hay quienes constituyen una auténtica amenaza para la democracia, pero deberíamos recibir con un cierto escepticismo a quienes se proclaman defensores de la democracia y señalan a sus enemigos. ¿De qué democracia se trata? ¿Acaso confundimos con demasiada frecuencia la democracia con la versión que de ella tenemos? El pluralismo de una sociedad democrática se traduce en un pluralismo en la manera de concebirla, de diagnósticos acerca de su crisis y propuestas para mejorarla.
Daniel Innerarity, Otra interpretación de la crisis de la democracia liberal, La maleta de Portbou 72, septiembre-octubre 2025

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