Monoteisme i violència.


Están soplando vientos de guerra y no se trata de una guerrita local. El peligro viene de un plan fundamentalista de islamizar al mundo entero y el conflicto ya afecta a varios continentes. De hecho, se ha dicho que ya llegó a Roma la amenaza del Estado Islámico, aunque hasta ahora ninguna de las banderas de ese grupo ha ondeado en la cúpula de la Basílica de San Pedro.

A mí me parece que, a lo largo de la historia, las grandes amenazas intercontinentales siempre han provenido de las religiones monoteístas. Solo los cristianos y los musulmanes se han dedicado a la conquista militar en nombre de su Dios.

Los griegos y los romanos no quisieron conquistar Persia o Cartago para imponer a sus dioses. Estaban motivados básicamente por objetivos territoriales y económicos, y tan pronto como encontraban dioses diferentes a los suyos, simplemente incorporaban esas deidades en su panteón. ¿Tu pueblo te llama Hermes? Bien, nosotros te llamaremos Mercurio y serás uno de nuestros dioses. Los fenicios adoraban a Astarté, pero eso no fue ningún inconveniente para los egipcios, que la llamaron Isis, ni para los griegos, para quienes era Afrodita. Y nadie invadió tierras fenicias para erradicar el culto de Astarté.

Los primeros cristianos fueron martirizados no porque reconocieran al Dios de Israel (después de todo, allá ellos), sino porque negaban la legitimidad de los demás dioses. No quiere decir que las sociedades politeístas nunca hayan librado guerras, pero en su gran mayoría se trataba de conflictos tribales que no tenían nada que ver con la religión ni con imponerles sus dioses a los demás. Los bárbaros del norte invadieron Europa y los mongoles hicieron lo mismo en tierras del islam. Pero más que imponer sus propios dioses, esos pueblos rápidamente se convirtieron a las religiones locales. En todo caso, es curioso que los bárbaros del norte, tras haberse convertido al cristianismo y haber levantado un imperio cristiano, después hayan organizado las Cruzadas en la Edad Media para imponer su Dios a los musulmanes, aunque a fin de cuentas, las dos culturas adoren esencialmente al mismo Dios.

Yo también contaría al colonialismo como guerras de conquista libradas en nombre del cristianismo. Aparte de los intereses económicos que siempre las han justificado, las campañas coloniales también tuvieron el virtuoso proyecto de cristianizar a la población conquistada, ya fueran aztecas, incas o etíopes (sin contar el hecho de que la mayoría de los etíopes son efectivamente cristianos).

Una curiosa excepción siempre ha sido el monoteísmo judío, que por su misma naturaleza no le impone la conversión religiosa a otra gente. Las guerras mencionadas en el Antiguo Testamente tenían la intención de garantizarle tierras al pueblo elegido, no convertir a otras poblaciones al judaísmo. Y los judíos nunca han incorporado otros cultos y creencias en los suyos.

Por cierto, no quiero decir que sea más civilizado creer en las deidades yorubas o en los espíritus del vudú que en la Santísima Trinidad o en el Dios cuyo profeta es Mahoma. Lo único que digo es que nunca nadie ha tratado de conquistar el mundo en nombre de los dioses de la fe afrobrasileña candomblé. Y la deidad del vudú, el barón Samedi, jamás ha instado a sus fieles a ir más allá de sus confines caribeños.

El imperio chino fue un gran conquistador de territorios, pero su pueblo no creía en un solo ser que hubiera creado al mundo. Y China jamás ha tratado de difundir su fe a Europa o América. Podría alegarse que ahora China está conquistando territorio económicamente, adquiriendo industrias y acciones de empresas occidentales. Pero que los pueblos de afuera de su país crean en Jesús, Alá o Yahvé no tiene la menor importancia para los intereses comerciales chinos.

Quizá las ideologías seculares del nazismo y el marxismo soviético sean el equivalente de las grandes religiones monoteístas. Pero los fascistas y los soviéticos nunca trataron de hipnotizar a sus seguidores con ningún tipo de deidad o de ser sobrenatural. Y, en cualquier caso, sus guerras de conquista pronto llegaron a su fin.

Umberto Eco, Monoteísmos y politeismos, Revista Ñ. Clarín 22/02/2016

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