Plató: la democràcia contra la 'parrhesía' (Michel Foucault).
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¿Qué factores motivan que en democracia el discurso veraz sea impotente?
¿La impotencia de ese discurso le es inherente? Indudablemente no. En cierto
modo, se trata de una impotencia contextual. Es una impotencia debida al marco
institucional en el cual ese discurso veraz aparece y procura hacer valer su
verdad. La impotencia del discurso veraz en democracia no obedece, claro está,
al discurso mismo, al hecho de que sea veraz. Obedece a la estructura propia de
la democracia. ¿Por qué no permite ésta la discriminación entre el discurso
veraz y el discurso falso? Porque en ella no se pude distinguir al buen y al
mal orador, el discurso que dice la verdad y es útil a la ciudad, del discurso
que miente, adula y es perjudicial. (…)
A partir de aquí puede entenderse lo que cabría llamar, en forma muy
esquemática, la inversión platónica ...
En primer lugar, la inversión platónica. (…) Platón dirá que el discurso veraz, a partir del momento en que a
través y en la forma de la filosofía se lo haga valer como fundamento de la politeia, no podrá sino eliminar y
proscribir la democracia. (…) Cuando se observan las instituciones
democráticas, se ve que no pueden soportar el decir veraz y tampoco eliminarlo;
por otro lado si se hace valer el decir veraz a partir de la elección ética que
caracteriza el filósofo y a la filosofía, la democracia no puede no ser
suprimida. O democracia o decir veraz. La inversión platónica (…) consiste en
la convalidación del decir veraz como principio de definición de una politeia (una estructura política, una
constitución, un tipo de régimen) de la cual, precisamente, aquélla será
proscrita con todo esmero. Los remito a lo que se enuncia en el libro VI de la República (448a-b). Es el pasaje donde Platón se ve obligado a recurrir a una
comparación (una comparación muy clásica, muy fundamental, muy matricial en
todo el pensamiento político griego). Hay que considerar que la ciudad es como
un barco, una nave, con un piloto, que es un buen hombre voluntarioso pero un
poco ciego y que no ve más allá de sus narices; ese piloto es, desde luego, el
pueblo. Y a su alrededor hay una tripulación a la que sólo le interesa una
cosa: apoderarse del timón y maniobrarlo en su beneficio; alusión a los
demagogos. La tripulación, para alcanzar su objetivo, adula al piloto, se
apodera del timón y lo gobierna, claro está, no en función de una ciencia
cualquiera de pilotaje, ni del mar o del cielo, sino de su propio interés. La
democracia no puede recurrir al discurso veraz. A eso se opondrá, en el libro
VII, el célebre descenso de los filósofos a la caverna, cuando, luego de
contemplar efectivamente la verdad, se les diga: sea cual fuere el placer que
hayan experimentado al contemplar esa verdad, y aun cuando hayan reconocido en
ella a su patria, bien saben que deben volver a bajar a la ciudad y encargarse
de gobernarla. (…)La inversión platónica muestra que, para que un gobierno sea
bueno, es menester que se funde en un discurso veraz, que proscribirá a
demócratas y demagogos.
(57-64)
Clase del 8 de febrero de 1984. Primera hora.
Michel Foucault, El coraje de la verdad, Fondo
de Cultura Económica, Buenos Aires 2010
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