La concentració del present (Pierre Hadot).
No es que esté obsesionado con el pensamiento de la muerte; pero siempre me
ha extrañado el hecho de que el pensamiento de la muerte ayude a vivir mejor. Vivir
como si viviéramos nuestro último día, nuestra última hora. Una actitud así
exige una total conversión de la atención. No proyectarse más en el porvenir,
sino considerar en sí misma y por sí misma la acción que hacemos, no mirar más
el mundo como el simple marco de nuestra acción, sino mirarlo en sí mismo y por
sí mismo. Esta actitud tiene a la vez un valor existencial y un valor ético.
Permite en primer lugar tomar conciencia del valor infinito del momento
presente, del valor infinito de los momentos de hoy, pero también de los
momentos de mañana que acogeremos con gratitud como una suerte inesperada. Pero
permite también tomar conciencia de la seriedad de cada momento en la vida.
Hacer lo que hacemos habitualmente, pero no como habitualmente lo hacemos sino,
por el contrario, como si lo hiciéramos por primera vez, descubriendo todo lo
que esta acción implica para que esté bien hecha. (…) Así podemos dar un valor
en cierto sentido absoluto a cada instante de la vida, por banal que sea, por
humilde que sea. Lo que importa no es lo que hacemos, sino cómo lo hacemos. El
pensamiento de la muerte me conducía así a este ejercicio de concentración en
el presente, que recomiendan tanto los epicúreos como los estoicos.
Hay que precisar en primer lugar que esta concentración en el presente
implica una doble liberación: del peso del pasado y del temor por el porvenir.
Esto no quiere decir que la vida se vuelva en cierto modo instantánea, sin que
se unan en el presente lo que ha sido y lo que será. Pero, precisamente, esta
concentración en el presente es una concentración en lo que realmente podemos
hacer: ya no podemos cambiar nada del pasado, tampoco podemos actuar sobre lo
que todavía no es. El presente es el único momento en que podemos actuar. La concentración
en el presente es, así, una exigencia de la acción. El presente no es aquí un
instante matemático e infinitesimal sino, por ejemplo, la duración en la que
ejercemos la acción, la duración de la frase que pronunciamos, del movimiento
que ejecutamos, o de la melodía que escuchamos. (239-240)
Tan sólo el presente es nuestra felicidad.
Pierre Hadot, La filosofía como forma de vida.
Conversaciones con Jeannie Carlier y Arnold I. Davidson, Alpha Decay, Barna
2009
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