Sapiens, un dictador d'una república bananera (Yuval Noah Harari).
Suponemos que un cerebro grande, el uso de utensilios, capacidades de
aprendizaje superiores y estructuras sociales complejas son ventajas enormes.
Resulta evidente que estas hicieron del ser humano el animal más poderoso de la
Tierra. Pero los humanos gozaron de todas estas ventajas a lo largo de dos
millones de años, durante los cuales siguieron siendo criaturas débiles y
marginales. Así, los humanos que vivieron hace un millón de años, a pesar de su
gran cerebro y de sus utensilios líticos aguzados, vivían con un temor
constante a los depredadores, raramente cazaban caza mayor, y subsistían
principalmente mediante la recolección de plantas, la captura de insectos, la
caza al acecho de pequeños animales y comiendo la carroña que dejaban otros
carnívoros más poderosos.
Uno de los usos más comunes de los primeros utensilios de piedra fue el de
romper huesos con el fin de llegar a la médula. Algunos investigadores creen
que este fue nuestro nicho original. De la misma manera que los picos
carpinteros se especializan en extraer insectos de los troncos de los árboles,
los primeros humanos se especializaron en extraer el tuétano de los huesos.
¿Por qué la médula? Bueno, supongamos que observamos a una manada de leones
abatir y devorar una jirafa. Esperamos pacientemente hasta que han terminado.
Pero todavía no es nuestro turno, porque primero las hienas y después los
chacales (y no nos atrevemos a interferir con ellos) aprovechan lo que queda.
Solo entonces nosotros y nuestra banda nos atrevemos a acercarnos al cadáver,
miramos cautelosamente a derecha e izquierda, y después nos dedicamos al único
tejido comestible que queda.
Esto es fundamental para comprender nuestra historia y nuestra psicología.
La posición del género Homo en la
cadena alimentaria estuvo, hasta fecha muy reciente, firmemente en el medio.
Durante millones de años, los humanos cazaban animales más pequeños y
recolectaban lo que podían, al tiempo que eran cazados por los depredadores
mayores. Fue solo hace 400.000 años cuando las diversas especies de hombre
empezaron a cazar presas grandes de manera regular, y solo en los últimos
100.000 años (con el auge de Homo sapiens)
saltó el hombre a la cima de la cadena alimentaria.
Este salto espectacular desde la zona media a la cima tuvo consecuencias
enormes. Otros animales de la cumbre de la pirámide, como leones y tiburones,
evolucionaron hasta alcanzar tal posición de manera muy gradual, a lo largo de
millones de años. Esto permitió que el ecosistema desarrollara frenos y
equilibrios que impedían que los leones y los tiburones causaran excesivos
destrozos. A medida que los leones se hacían más mortíferos, las gacelas
evolucionaron para correr más deprisa, las hienas para cooperar mejor y los
rinocerontes para tener más mal genio. En cambio, la humanidad alcanzó tan
rápidamente la cima que el ecosistema no tuvo tiempo de adecuarse. Además,
tampoco los humanos consiguieron adaptarse. La mayoría de los depredadores
culminales del planeta son animales majestuosos. Millones de años de dominio
los han henchido de confianza en sí mismos. Sapiens, en cambio, es más como el
dictador de una república bananera. Al haber sido hasta hace muy poco uno de
los desvalidos de la sabana, estamos llenos de miedos y ansiedades acerca de
nuestra posición, lo que nos hace doblemente crueles y peligrosos. Muchas
calamidades históricas, desde guerras mortíferas hasta catástrofes ecológicas,
han sido consecuencia de este salto demasiado apresurado.
Yuval Noah Harari, De
animales a dioses. Breve historia de la humanidad, Debate, Madrid 2014
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