La societat postmoderna, una vida sense imperatiu categòric.
Se ha definido la sociedad posindustrial como una sociedad de servicios, pero de manera todavía más directa, es el auto-servicio
lo que pulveriza radicalmente la antigua presión disciplinaria y no mediante
las fuerzas de la Revolución sino por las olas radiantes de la seducción. Lejos
de circunscribirse a las relaciones interpersonales, la seducción se ha
convertido en el proceso general que tiende a regular el consumo, las
organizaciones, la información, la educación, las costumbres. La vida de las
sociedades contemporáneas está dirigida desde ahora por una nueva estrategia
que desbanca la primacía de las relaciones de producción en beneficio de una
apoteosis de las relaciones de seducción. (…)
Indiscutiblemente debemos partir del mundo del consumo. Con la profusión
lujuriosa de sus productos, imágenes y servicios, con el hedonismo que induce,
con su ambiente eufórico de tentación y proximidad, la sociedad de consumo
explícita sin ambages la amplitud de la estrategia de la seducción. Sin embargo
ésta no se reduce al espectáculo de la acumulación; más exactamente se
identifica con la sobremultiplicación de elecciones
que la abundancia hace posible con la latitud de los individuos sumergidos en
un universo transparente, abierto, que ofrece cada vez más opciones y
combinaciones a medida, y que permite una circulación y selección libres. Y
esto no es más que el principio. Esa lógica se desplegará ineluctablemente a
medida que las tecnologías y el mercado vayan poniendo a disposición del
público una diversificación cada vez mayor de bienes y servicios.
Desde ahora el autoservicio, la
existencia a la carta, designan el modelo general de la vida en las sociedades
contemporáneas que ven proliferar de forma vertiginosa las fuentes de
información, la gama de productos expuestos en los centros comerciales e
hipermercados tentaculares, en los almacenes o restaurantes especializados. Esa
es la sociedad posmoderna, caracterizada por una tendencia global a reducir las
relaciones autoritarias y dirigistas y, simultáneamente, a acrecentar las
opciones privadas, a privilegiar la diversidad, a ofrecer fórmula? de
«programas independientes», como en los deportes, las tecnologías psi, el
turismo, la moda informal, las relaciones humanas y sexuales.
La seducción nada tiene que ver con la representación falsa y la alienación
de las conciencias; es ella la que construye nuestro mundo y lo remodela según
un proceso sistemático de personalización que consiste esencialmente en
multiplicar y diversificar la oferta, en proponer más para que uno decida más,
en substituir la sujeción uniforme por la libre elección, la homogeneidad por
la pluralidad, la austeridad por la realización de los deseos. La seducción
remite a nuestro universo de gamas opcionales, de rayos exóticos, de entornos
psi, musical e informacional en que cada cual puede componer a la carta los
elementos de su existencia.
Esta es la verdad de la sociedad posmoderna: una sociedad abierta, plural,
que tiene en cuenta los deseos de los individuos y aumenta su libertad
combinatoria. La vida sin imperativo categórico, la vida kit modulada en función de las motivaciones individuales, la vida
flexible en la era de las combinaciones, de las opciones, de las fórmulas
independientes que una oferta infinita hace posibles, así opera la seducción.
Seducción en el sentido de proceso de personalización reduce los marcos rígidos
y coercitivos, funciona sibilinamente jugando la carta de la persona individual,
de su bienestar, de su libertad, de su interés propio (pàgs. 17-19).
Gilles Lipovetsky, La era del
vacío, Anagrama, Barna 1986
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