El fenomen de l'altruisme innat.
Michael Tomasello |
En una serie de experimentos llevados a cabo por Felix Warneken y Michael
Tomasello, se presentaba a niños menores de dieciocho meses una situación
en la que un adulto desconocido necesitaba ayuda hasta en diez situaciones
diferentes: este último apilaba mal unos libros, no podía abrir un armario por
tener las manos ocupadas, cogía una cuchara de un lugar desconocido, etc. Se
hicieron las pruebas a veintidós niños y veinte ayudaron de manera inmediata.
El tiempo de respuesta medio fue de cinco segundos aproximadamente. Cuando se
pusieron obstáculos en el camino para que la ayuda fuera más complicada,
también lo hacían a pesar del esfuerzo. Si tenían que dejar de jugar tampoco
era un problema para los pequeños. Posteriormente se realizaron las mismas
pruebas con chimpancés y los resultados fueron idénticos. Nuestros parientes
más cercanos también ayudaban. Otras pruebas realizadas por Warneken son aún más impresionantes.
Éste colocó a un humano en una sala jugando con un muñeco mientras un chimpancé
le observaba. Entonces un actor entraba en la sala y le robaba el muñeco,
poniéndolo lejos de su alcance. Los chimpancés, sin excepción, devolvieron el
juguete al humano, tanto cuando eran recompensados como cuando no. En niños los
resultados eran idénticos.
Interesados por el fenómeno del altruismo innato, repliqué con ayuda de colaboradores algunos
de estos experimentos. En una escuela de Barcelona, pedimos a su directora que
nos facilitara la participación de niños menores de quince meses de edad. Los
citamos a una hora e iban pasando por una sala donde yo me encontraba. No nos
conocíamos de nada y tampoco nos presentamos. Una vez dentro, yo no podía mirar
al niño ni tampoco pedirle ayuda. La acción consistía en que yo tendía la ropa
en una cuerda cuando de repente se me caían unas pinzas al suelo. Estiraba mi
mano todo lo que podía, pero no llegaba a alcanzarlas. La totalidad de los
niños que participaron me ayudaron. (…)
Las conclusiones de estos experimentos tomadas en su conjunto son
asombrosas porque demuestran que los chimpancés, los bonobos y los niños
mostramos conductas altruistas, lo que sugiere que venimos cargados de buenas
intenciones desde nuestro nacimiento.
Pero ¿qué otras pruebas poseemos de esta hipótesis? Tomasello cree que además de compartir el rasgo con nuestros primos
cercanos, hay que añadir otras evidencias, como el hecho de que cuando se
recompensaba a los niños por ayudar, éstos no lo hacían más. Del mismo modo,
comprobaron que en culturas en las que los padres intervienen menos en la
educación moral de sus hijos, la frecuencia de aparición de conductas de ayuda
era la misma. Pero Warneken
descubrió algo sensacional: cuando se les premiaba con un juguete por ayudar,
su motivación para hacerlo descendía y lo hacían menos veces. Los niños tienen
la misma reacción cuando se les da caramelos o golosinas por jugar. Esto
significa que disfrutan ayudando y que para los niños las reacciones de tipo
altruista nacen de una motivación intrínseca que no necesita de refuerzos
externos. Es decir, a los humanos ayudar nos proporciona satisfacción. En los
estudios que tratan de identificar los factores que hacen que las personas se
sientan más felices, entre las primeras posiciones del ranking siempre están
los comportamientos de ayuda. Puede ser mediante la participación en
asociaciones, ONGs o ayudando a familiares enfermos, pero los humanos nos
sentimos bien cuando prestamos ayuda a otros congéneres.
Esta conclusión que otorga satisfacción al altruismo no suele gustar a una
buena parte de mis alumnos. Cuando toca el día de hablarlo ya sé de antemano
que muchos van a estar en desacuerdo. Según el modelo mental colectivo, tenemos
que sufrir para que sea verdadero altruismo. Si te sientes bien es egoísmo.
Creo que estas ideas hunden sus raíces en el cristianismo, según el cual
venimos al mundo a sufrir y «la vida es un valle de lágrimas». Desde la
ciencia, el hecho de que algo produzca placer significa que ha sido útil para
la supervivencia de la especie. ¿Acaso no es maravilloso que la naturaleza haya
premiado a los altruistas? Gracias a esta tendencia nos beneficiamos todos. Es
la mejor garantía de que siga produciéndose y multiplicándose generación tras
generación. Personalmente creo que éste es uno de los fenómenos sociales más
espectaculares de la historia evolutiva de las especies.
Pablo Herreros Ubalde, Yo mono,
Ediciones Destino, Barna 2014
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