Ordinador i cervell humà.


Sigo leyendo y leyendo y por todos lados no hago más que encontrar un entusiasmo desbocado hacia las promesas de la Inteligencia Artificial. Muchísimos investigadores siguen asumiendo acríticamente las tesis de la IA fuerte, a saber, la posibilidad de crear en un plazo muy corto de tiempo una mente mecánica, en principio idéntica, pero inmediatamente después superior a la humana. A esta idea la acompañan felizmente ocurrencias como la del mind uploading (poder descargar nuestra mente en una memoria electrónica), la de que vivimos en una simulación informática del tipo Matrix, o la grave preocupación acerca de qué harán con la humanidad estos emergentes seres superiores cuando lleguen: ¿nos exterminarán al vernos como una amenaza o nos dejarán como mascotas? Si uno estudia detenidamente los logros reales de la ingeniería computacional de los últimos años comprueba con mucha facilidad que tal entusiasmo o temor son absolutamente infundados. No quiero ser el clásico pensador conservador vilipendiado por la historia que niega grandes avances de la ciencia. Nada más lejos de mi intención pasar por un Belarmino o un Wilberforce, pero considero que es mi deber intelectual sacar la falsedad a la luz. Que conste que a nadie le gustaría más que a mí que tales promesas fueran ciertas y posibles: he fantaseado miles de veces con hablar de metafísica mientras juego al ajedrez con HAL 9000.

Vamos a exponer en siete puntos las críticas que se pueden plantear a estas fantasiosas ideas:

1. Se hace demasiado hincapié en el rápido aumento de la capacidad de computación. Constantemente leemos noticias en las que se nos presenta un nuevo transistor del tamaño de una millonésima de millonésima de algo, capaz de realizar tropecientos millones de millones de operaciones por milisegundo. Estos avances están muy bien y, seguramente, son condiciones de posibilidad para crear una mente electrónica que iguale la capacidad de computo de la mente humana, pero con ellos se olvida que mucho más importante que poder calcular cantidades infinitas es saber qué pretendemos calcular con ello. Vale, tenemos un supercomputador impresionante pero, ¿qué hacemos con él?. ¿Cómo emulamos el hecho de que yo recuerde con nostalgia a mi abuela con millones de cómputos por milisegundo? Esta es la cuestión, y para ella no hay todavía respuesta alguna.

2. Estamos lejísimos de comprender el funcionamiento biológico del cerebro. Vamos sabiendo cada vez más cosas de la química neuronal pero todavía estamos a años luz de saber bien cómo funciona. Lo he dicho en muchas ocasiones: tenemos más de cien mil millones de neuronas altamente interconectadas que se comunican entre sí por impulsos eléctricos y químicos. Pues bien, si solo somos eso, no somos lo suficiente. Si solo somos flujo de información, no somos nada. La información sirve para hacer cosas, para activar procesos. Seguramente que necesito información que viaje por mis neuronas para crear la imagen de un tigre en mi mente, pero, aparte de esa información, necesito procesos físico-químicos que generen el miedo que siento ante la visión del tigre, y eso no es solo información, es un hecho físico. Y no tenemos ni la más remota idea de cómo un conjunto de redes neuronales genera un sentimiento, ni la más remota: ¿por qué entonces este entusiasmo en que vamos a conseguir copiar la mente en unos pocos años?

3. Una computadora o, un sistema universal de símbolos en términos de Herbert Simon, es únicamente eso: un sistema que transforma unos símbolos en otros según unas determinadas reglas. ¿Por qué presuponemos que un sistema que transforma símbolos va a ser capaz de realizar ciertos procesos físico-químicos como pueden ser los sentimientos? Yo puedo hacer un programa de ordenador que simule bastante bien el funcionamiento de las glándulas mamarias de una vaca, pero, ¿me dará ese ordenador leche? No, porque la tesis de la independencia de sustrato que muchos ingenieros sostienen ingenuamente no es plenamente cierta. Es posible que podamos construir una máquina de Turing en una cantidad muy amplia de sustratos físicos, pero es que una máquina de Turing solo puede calcular, no dar leche. O dicho de otro modo más claro: a lo mejor, es posible que algún tipo de neurotransmisor o de sustancia química del cerebro tenga una gran relación con los estados mentales. Por ejemplo, es posible que la dopamina, la adrenalina o el glutamato tengan que ver con lo que siento o pienso cuando siento o pienso. Estos compuestos tienen unas propiedades químicas únicas que es posible que sean imposibles de emular a no ser por otros compuestos muy similares. ¿Qué razones hay para pensar que un transistor de silicio puede hacer lo mismo que una molécula de serotonina? Seguramente que el pensamiento humano dependa mucho de las propiedades químicas de los componentes del cerebro, propiedades éstas de las que carecen por completo los componentes electrónicos de un ordenador. La independencia de sustrato podrá cumplirse para realizar todo tipo de cálculos, pero no para generar propiedades físicas. Para hacer fuego, necesito madera o algún elemento combustible; para hacer una mente, necesito algo que se parezca físicamente mucho a un cerebro.

4. Clarifiquemos en el siguiente esquema la confusión habitual:


Los ingenieros de IA tienden a confundir el funcionamiento de un ordenador con los resultados físicos del funcionamiento del cerebro. Suelen afirmar que cuando un ordenador computa (manipula símbolos) está pensando, cuando no hay razón alguna para considerarlo así. Es posible que el cerebro humano realice computaciones, pero eso no es tener un estado mental. Los estados mentales son, en cualquier caso, los resultados de las computaciones, no las computaciones mismas. De nuevo, si yo veo un tigre, es probable que mi cerebro haga computaciones que fluyan a través de los axones de mis neuronas, pero el miedo (el estado mental) y la acción de salir huyendo (mi conducta) no son computaciones, son sucesos físicos (sentir miedo un proceso, fundamentalmente, químico y huir, fundamentalmente, un proceso mecánico). Hay que tener en cuenta que las computaciones de mi cerebro suceden a nivel inconsciente, mientras que mis estados mentales son conscientes. Cuando yo hablo no pienso a nivel consiente que detrás del sujeto va el predicado o que antes de un sustantivo he de poner un artículo. Eso lo hace mi cerebro por mí y mi mente consciente solo tiene acceso al resultado. Precisamente, el resultado es lo que solemos entender por mente.

5. Una vía de investigación algo más interesante es lo que se ha llamado programa conexionista y del que Pentti Haikonen es hoy uno de sus más célebres representantes. El plan es que en vez de intentar diseñar un maravilloso software capaz pensar, sentir y ser consciente de sí, mejor empezar por debajo: intentemos emular mecánicamente los elementos físicos del sistema nervioso, comenzando por los más simples, y sigamos avanzando hacia arriba a ver lo que pasa. Creo que es el camino correcto, pero dados los frutos que ha conseguido hoy en día, que son notables pero que van despacito, no es justificado ningún tipo de optimismo acerca tener a HAL 9000 en las próximas décadas.

6. La humanidad ha tendido históricamente a comparar al ser humano con el último avance tecnológico del momento. Se ha pensado que el cerebro era un sistema hidráulico o una centralita telefónica, y ahora pensamos que el cerebro es un ordenador cuando, insistimos, no hay evidencia disponible para sustentar tal afirmación de un modo completo. Yo pienso que el cerebro tiene componentes cuyo funcionamiento es similar al de un computador, pero nos falta mucho para que la metáfora sea perfecta. Quizá, en un futuro, sea posible fabricar computadores que se asemejen más, pero los actuales no son, ni de lejos, similares a la mente.

7. A la Inteligencia Artificial le ha ido mucho mejor cuando ha avanzado sin tener en mente el objetivo de simular al ser humano, que cuando lo ha tenido. El ordenador personal que utilizo para escribir ahora mismo es un instrumento maravilloso. Me sirve para reproducir música, vídeo, hacer operaciones matemáticas complejas, editar fotografías, etc. Que yo sepa, ningún humano tiene esas cualidades y, sin embargo, son fabulosas. Mi ordenador se fabricó sin la intención de ser un humano y así funciona maravillosamente bien. Quizá la Inteligencia Artificial deba seguir su camino sin la obsesión de emular al humano. Es más, quizá así será cuando consiga cosas incluso mucho mejores que un sapiens.

Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, La Inteligencia Artificial aún no está aquí, La máquina de Von Neumann, 18/10/2014

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