Cavernes públiques i privades.


En la alegoría de Platón, la boca de la caverna quedó representada como un biombo que los titiriteros utilizan para mostrar sus muñecos a los presidiarios, todos ellos condenados de por vida a sí mismos, es decir, a sus respectivos nichos cavernarios. El guiñol es una primera modalidad de caverna virtual, muy apta para introducir a los niños en las artes, puesto que desarrolla la imaginación. Los teatros, las iglesias, las óperas, las salas de conciertos y de cine, etc., son otras tantas cuevas virtuales, en las que se proyectan diferentes tipos de objetos artificiales, con mayor o menor arte y habilidad. Otro buen ejemplo es el libro, una cueva de letras. El biombo Gutenberg ha generado innumerables microcavernas literarias y filosóficas a las que los prisioneros de las letras estamos mentalmente encadenados mientras leemos. También valen como ejemplos los espectáculos religiosos, deportivos o musicales. Para muchos de los espectadores y participantes, parecería que su ascesis personal solo es posible allí, dada la pasión con la que miran y oyen lo que ven en los estadios y en los diversos escenarios rituales. Las cavernas públicas son muy variadas, así como las cuevas privadas.

 Pensemos en el cine, una de las principales modalidades de escenario virtual en las sociedades industriales. La caverna es el patio de butacas, donde cada cual tenemos asiento asignado. Según el guión platónico, en la pantalla se proyectaría lo que nos sucede, tanto a nosotros como a nuestros coetáneos, es decir, lo que vemos y hacemos a lo largo de la vida. El precio a pagar por la película es la muerte y hay que abonarlo independientemente de que uno se lo haya pasado bien o mal durante la proyección. Ahora bien: ¿quiénes son los guionistas y los actores de quienes somos oscura réplica? ¿Alguien nos diseña y nos construye como entidades virtuales en la caverna terrestre? Pensarse como sombra de sí mismo es uno de los desafíos del filósofo. (pàgs. 17-18).

Javier Echeverría, Entre cavernas. De Platón al cerebro, pasando por Internet, Triacastella, Madrid 2013

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