Llegiu a Adam Smith.
Adam Smith |
El ser humano: egoísmo y compasión
Así, en la primera página de este libro escribe, “Por más egoísta que se
pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos
principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la
felicidad de éstos le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada más que
el placer de contemplarla. Tal es el caso de la lástima o la compasión, la
emoción que sentimos ante la desgracia ajena cuando la vemos o cuando nos la
hacen concebir de forma muy vívida (…) este sentimiento (…) no se halla en
absoluto circunscrito a las personas más virtuosas y humanitarias (…) no se
halla desprovisto de él totalmente ni el mayor malhechor ni el más brutal
violador de las leyes de la sociedad (…) Como carecemos de la experiencia
inmediata de lo que sienten las otras personas, no podemos hacernos ninguna idea
de la manera en que se ven afectadas, salvo que pensemos cómo nos sentiríamos
nosotros en su misma situación (…) nos vemos afectados por lo que siente la
persona que sufre, al ponernos en su lugar”.
Es muy interesante ver que estas reflexiones intuitivas basadas en la
observación y hechas hace más de dos siglos coinciden, básicamente, con lo que
actualmente se sabe sobre el comportamiento humano. Así, Frans de Waal, en El
mono que llevamos dentro (2005) defiende que somos “monos bipolares” y que
“la visión que nos retrata como egoístas y mezquinos, con una moralidad
ilusoria, debe revisarse. Si somos esencialmente antropoides (…) o al menos
descendientes de antropoides, entonces nacemos con una gama de tendencias, desde
las más básicas hasta las más nobles. Lejos de ser un producto de la
imaginación, nuestra moralidad es el resultado del mismo proceso de selección
que conformó nuestro lado competitivo y agresivo”.
Por eso, somos egoístas y, a la vez, compasivos. Y por eso, Smith estudia el
egoísmo y también la compasión o la empatía. Es decir, la capacidad de ponernos
en el lugar de los demás es una de las cuestiones a las que Smith le dedica una
gran atención, llegando a precisar que hay otro sistema que “intenta explicar el
origen de nuestros sentimientos morales a través de la compasión pero que es
diferente del que he procurado exponer ya que defiende que la virtud consiste en
la utilidad”.
Economía, justicia y prudencia
Es decir, Smith se desmarca de la utilidad como base de un comportamiento
virtuoso o deseable e insiste en que “el hombre prudente mejora lo propio sólo
cuando no afecta injustamente a los demás”, haciendo de la justicia la base de
todo el sistema. Por eso llega a afirmar que “en la carrera hacia la riqueza…él
podrá correr con todas sus fuerzas (…) Pero si empuja o derriba a alguno, la
indulgencia de los espectadores se esfuma. Se trata de una violación del juego
limpio, que no podrán aceptar (…) la sociedad nunca puede subsistir entre
quienes están constantemente prestos a herir y dañar a otros (…) La
beneficiencia, por tanto, es menos esencial para la existencia de la sociedad
que la justicia. La sociedad puede mantenerse sin beneficiencia, aunque no es la
situación más confortable; pero si prevalece la injusticia, su destrucción será
completa (…) La beneficiencia…es el adorno que embellece el edificio….La
justicia, en cambio, es el pilar fundamental en el que se apoya todo el
edificio. Si desaparece, entonces el inmenso tejido de la sociedad humana…en un
momento será pulverizada en átomos”. Esta distinción entre benevolencia, o
caridad, y justicia es, desde mi punto de vista, de una gran relevancia en un
momento en el que se ha definido a la familia como una ONG y en el que parece
que la “solidaridad” está muy bien para “tapar” u ocultar la injusticia
intrínseca a un sistema económico y la injusticia de una situación definida como
crisis pero que en un lenguaje más preciso no es nada más que un saqueo de lo
público y de los derechos sociales y humanos por parte de los empresarios, algo
que tampoco es ajeno a lo que ya observaba Adam Smith en su época. La diferencia
consiste en que ahora se utiliza una supuesta situación “democrática” para
“legitimar” el citado saqueo, “por el bien de todos”.
Los efectos dañinos de los beneficios elevados
Quizás sea esa insistencia en la importancia de los “sentimientos morales” y
su enojo con el comportamiento de los empresarios la que le hace expresarse con
una virulencia que, desde mi punto de vista, refleja la enorme lucidez que no se
ha querido ver en el Smith “etiquetado” como el “inventor” de la mano invisible.
En este sentido sus reflexiones sobre el comportamiento de los empresarios,
recogidas en La riqueza de las naciones, publicado en 1776, son
antológicas y de una enorme actualidad. Por ejemplo, es poco conocida su crítica
a los empresarios por quejarse éstos habitualmente de que la economía vaya mal
debido, según ellos, a los altos salarios, excusa que se sigue repitiendo una y
otra vez en una situación cuya causa original nada tiene que ver con salarios
elevados, por lo que no están dispuestos a reconocer que los elevados beneficios
pueden ser un problema más serio. “Nuestros comerciantes e industriales se
quejan mucho de los efectos perjudiciales de los altos salarios, porque suben
los precios y por ello restringen la venta de sus bienes en el país y en el
exterior. Nada dicen de los efectos dañinos de los beneficios elevados. Guardan
silencio sobre las consecuencias perniciosas de sus propias ganancias”.
¿Les suena esto? Parece muy apropiado para contextualizar las recientes
reformas laborales, incluida la de Zapatero. De hecho, da la impresión de que no
es necesario saber nada de economía pues, sea cual sea la causa del problema a
resolver, la solución impuesta por los diferentes gobiernos (da igual que sea el
PSOE, el PP o las posibles combinaciones de cualquiera de ellos con los partidos
llamados nacionalistas) siempre consiste en bajar los salarios y las pensiones.
¿A qué gobierno le interesa debatir y profundizar honestamente sobre las causas
del saqueo pudiendo bajar salarios y pensiones?
El control de los salarios (y del Parlamento) por los empresarios
¿Y cómo se forman los salarios? ¿Tienen algo que ver con la productividad? No
es eso lo que parece pensar Smith pues “los patronos están siempre y en todo
lugar en una especie de acuerdo, tácito pero constante y uniforme, para no
elevar los salarios sobre la tasa que existe en cada momento. Violar este
concierto es en todo lugar el acto más impopular, y expone al patrono que lo
comete al reproche entre sus vecinos y sus pares. Es verdad que rara vez oímos
hablar de este acuerdo, porque es el estado de cosas usual, y uno podría decir
natural, del que nadie oye hablar jamás (…) Los patronos a veces entran en
uniones particulares para hundir los salarios por debajo de esa tasa. Se urden
siempre con el máximo silencio y secreto hasta el momento de su ejecución, y
cuando los obreros, como a veces ocurre, se someten sin resistencia, pasan
completamente desapercibidas.”
Por otro lado, sabe que el Parlamento está al servicio de los empresarios.
“Los trabajadores desean conseguir tanto, y los patronos entregar tan poco, como
sea posible. No resulta difícil prever cuál de las dos partes se impondrá
habitualmente en la puja, y forzará a la otra a aceptar sus condiciones. Los
patronos, al ser menos, pueden asociarse con más facilidad; y la ley, además,
autoriza o al menos no prohíbe sus asociaciones, pero sí prohíbe las de los
trabajadores (…) No tenemos leyes del Parlamento contra las uniones que
pretenden rebajar el precio del trabajo; pero hay muchas contra las uniones que
aspiran a subirlo (…) Además, en todos estos conflictos los patronos pueden
resistir durante mucho más tiempo”.
Los intereses empresariales, las reglas y los intereses sociales
Y tampoco quedan muchas dudas sobre lo que según él podemos esperar de las
regulaciones y leyes propuestas por los empresarios como hipotéticos interesados
en el bien común. Al contrario, lo habitual es esperar de ellos engaños y
opresión. En una sabia viñeta de El Roto, un político le dice a otro: “Ya no se
creen las mentiras“ y el otro le contesta: “Así no se puede gobernar”. Y,
efectivamente, Smith escribió: “ Cualquier propuesta de una nueva ley o
regulación comercial que venga de esta categoría de personas (los empresarios)
debe siempre ser considerada con la máxima precaución, y nunca debe ser adoptada
sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no sólo
con la atención más escrupulosa, sino también con el máximo recelo. Porque
provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente
con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar e incluso
oprimir a la comunidad, y que de hecho la han engañado y oprimido en numerosas
oportunidades”. Más claro parece que no se puede decir y, sin embargo, en
Lecciones de jurisprudencia, que constituyen los apuntes tomados por uno
de sus estudiantes en el curso 1762/63, llega a afirmar de manera más
contundente aún, y posiblemente siguiendo a Tomás Moro en la parte final de su
Utopía, que “las leyes y el gobierno pueden ser considerados…, en todos los
casos, como una coalición de los ricos para oprimir a los pobres y mantener en
su provecho la desigualdad de bienes que, de otra forma, no tardaría en ser
destruida por los ataques de los pobres”.
Desde luego estas citas no se corresponden con el Adam Smith que se
“despacha” como ese supuesto acérrimo defensor del supuesto mercado libre que,
supuestamente, guiaba la mano invisible. Como decía Galbraith refiriéndose a
Smith, “pocos escritores jamás, y ciertamente ningún economista desde entonces,
han sido tan divertidos, lúcidos o ricos en recursos, o, según el caso, tan
devastadores (…) Con su desprecio por los subterfugios teóricos y su vivo
interés por las cuestiones prácticas, hubiera tenido dificultades para obtener
una cátedra con titularidad plena en una universidad moderna de primer rango”.
Por eso animo a leerlo, a disfrutar de su sabiduría y a no dejárselo a aquellos
que lo manipulan, bien despreciándolo o bien apropiándoselo, eso sí, sin haberlo
leído en ningún caso.
Federico Aguilera Klink, Leyendo a Adam Smith para entender la situación actual, Rebelión, 29/02/2012
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