Poden les xarxes socials produir decisions col.lectives intel.ligents?
1. La fase destructiva: tecnologías perturbadoras y crisis de
progreso. Las tecnologías perturbadoras que "aumentan la visión, la
memoria y la atención" —y que van desde la imprenta a la web— siempre producen
"crisis de progreso", porque socavan la posición de los "gremios protectores",
los intermediarios y las instituciones que en su día han controlado la
información y el poder. Los intereses creados de esas instituciones hacen que se
resistan a perder el control mientras persiste la insurgencia. Por lo tanto, la
primera fase del cambio suele ser conflictiva y destructiva (pensemos en las
guerras de religión registradas en Europa después de la aparición de la
imprenta). En esta fase, las fuerzas son centrífugas, es decir, desmiembran y
fragmentan.
En nuestra época, la aparición de las redes sociales y la transparencia de
las redes compartidas cuestionan todas las jerarquías, desde el monopolio de los
grandes medios de comunicación hasta el conocimiento profesional protegido por
títulos, como el de los médicos, o el poder de los dictadores protegidos por la
fuerza. Los sistemas que se adapten a esta nueva transparencia o que la
aprovechen serán los que sobrevivirán. Fracasarán los que se resistan y acaben
perdiendo confianza y, con ella, fidelidad.
Se descomponen los personajes rígidos como los autócratas de Egipto y Túnez,
que son quebradizos. Florecen los más flexibles, como los integrantes de la
profesión médica, que han sacado partido a las páginas web de información al
paciente. En algún punto intermedio se encuentra la autocrática China, que
camina en dos direcciones a la vez: es un "Estado supervigilante" que aspira a
"estar totalmente informado" de las actividades de sus súbditos, pero en la que
la población de microblogueros, en una especie de "monitory webocracy”, es
también es objeto de "infravigilancia".
En este sentido, China es un "gigantesco caldo de cultivo" de lo que vendrá
después. La balanza puede inclinarse hacia cualquiera de los dos lados. Para
algunos, la webocracia de los microblogs ayuda a solventar el antiquísimo
problema de la "escasa realimentación que llega al emperador", causa de la caída
de muchas dinastías que perdieron el contacto con la realidad. La jerarquía
meritocrática china es un sistema eficiente, que en última instancia fracasará
si no cuenta con los bucles de realimentación que puede proporcionar una
información fiable. Los medios sociales pueden convertirse en parte integral del
cuerpo político chino y así mejorar la gobernanza.
Para algunos, entre ellos el artista disidente Ai Weiwei, estamos ante un
Estado que siempre quiere saber dónde estás, qué haces y con quién hablas, para
poder "aplastarte" cuando quiera.
2. La fase creadora: el desarrollo de nuevas instituciones.
a) Si las redes sociales pueden erosionar la confianza mediante tuits, socavar
la autoridad y derribar las instituciones, ¿qué papel podrían tener en la
reconstrucción?
Después de la fase centrífuga, la siguiente se caracterizará por un proceso
de recomposición y construcción de nuevas instituciones, basadas en una
concepción renovada de la autoridad. A lo largo de la historia, o bien se han
consolidado nuevas élites e instituciones jerárquicas con otros grupos de
gobernantes y expertos fuertes (la pirámide) o, en la época contemporánea (tras
la Ilustración) se han formado estructuras en forma de diamante en las que la
mayoría de la gente ni es rica ni pobre, y el conflicto y la competencia,
ritualizados por las normas, tienen lugar en "entornos" como los tribunales, los
mercados, la ciencia y la democracia.
A diferencia de la estructura de poder vertical de la pirámide jerárquica, en
la que la legitimidad reside en el gobierno de los respetables y los expertos,
el modelo de legitimidad en forma de diamante surge de la "rendición de cuentas
recíproca" de sus participantes. Hoy en día, la agitación de las redes sociales
presiona sobre ambos modelos para dar cabida a un mayor número de participantes
que comparten la misma información. Más que alternativas, la pirámide y el
diamante son estructuras simbióticamente relacionadas, como el yin y el yang,
sobre todo en lo que se refiere a la capacidad de participación de los medios
sociales.
Ante ese desafío, los seres humanos reaccionan de dos maneras: la ontogénica
y la filogénica. Las actividades ontogénicas se organizan y realizan mediante
instituciones de concepción centralizada, destinadas a conformar el desarrollo
social. La respuesta filogénica es evolutiva, como la de las bacterias que, sin
capacidad de previsión, se organizan solas, respondiendo al entorno. Esta
relación se basa tanto en la confrontación como en la simbiosis. La autoridad
política de hoy en día es ontogénica y el ciberespacio es filogénico. La salud
de la sociedad humana depende del equilibrio entre ambas tendencias.
¿Acaso esta situación podría conducirnos a un modelo de gobernanza "híbrido",
ya que al haber más actores y más complejidad se precisa tanto una mayor
jerarquía para manejarlos como un mayor número de bucles de realimentación que
canalicen la rendición de cuentas recíproca? No hay una única respuesta. Dentro
del sistema actual de gobernanza, las condiciones determinarán si un determinado
equilibrio funciona o no. El éxito solo llegará de la mano de un "efecto de
campo" que active los elementos precisos que exija cada circunstancia concreta.
El principio de "una persona, un voto", al igual que el meritocrático, debe
adecuarse a las circunstancias.
Lo mismo puede decirse de las empresas. Google demandaba un determinado tipo
de gobernanza, más recíproca y colegiada, cuando solo tenía 500 empleados
innovando. Con 50.000 trabajadores y mercados en todo el mundo, su complejidad
exige, para ser más eficiente, una mayor jerarquía. Sin embargo, la innovación,
para no morir a manos de la eficiencia, debe conservar su propio espacio.
En suma, la gobernanza es un sistema operativo abierto, basado en lo que
funciona. Sobrevivirán los más adaptables.
b) Dado que las redes sociales y el conocimiento compartido no dejan de
cuestionar a las élites y la meritocracia basada en credenciales como los
títulos, es probable que en el futuro una nueva "meritocracia ágil", cuyo poder
pasajero surja y desaparezca en función de la reputación y el rendimiento,
sustituya a las élites más arraigadas.
c) Hacen falta instituciones. Para algunas cosas es buena una autoridad
basada en las masas, pero no para otras. Es buena para la innovación y la
protesta; es mala para la gobernanza. Es una ensoñación libertaria creer que
redes diseminadas de aficionados o "expertos desconocidos" pueden organizar por
sí solos una sociedad basada en decisiones racionales e interesadas. La suma de
las corduras al por menor no produce necesariamente, ni siquiera generalmente,
racionalidad al por mayor. Lo más normal es que la cordura al por menor solo
conduzca a la locura al por mayor.
Fueron las redes diseminadas de expertos financieros las que provocaron el
colapso de Wall Street y quien tuvo que rescatar el sistema fue ese engorroso y
viejo "tío borracho", es decir, el Gobierno de EEUU.
3. Democracia, deliberación y “multitudes inteligentes”. a)
La crisis de gobernanza que padecen las democracias actuales procede de la
"falta de deliberación". La deliberación es necesaria para que la democracia
produzca decisiones colectivas inteligentes y no una política para bobos. Sin
mecanismos de decisión deliberativos, que sopesen las consecuencias y lleguen a
un equilibrio entre cesiones mutuas, las redes sociales que solo fomentan una
participación y una difusión de información sin intermediarios también se
limitarán a alentar a la "multitud boba".
Uno de los desafíos principales del inmenso poder de participación de los
medios sociales radica en convertir a la "multitud boba" en "multitud
inteligente". Tal como están las cosas, medios sociales como Twitter o Facebook
son buenos para una movilización de corto vuelo de personas dispuestas a actuar,
pero no para desarrollar los procesos de negociación y de desarrollo de
consensos que precisa una toma de decisiones inteligente.
El traslado de las encuestas deliberativas al ciberespacio podría servir para
transformar a la multitud boba en multitud inteligente. Tal como han demostrado
las encuestas deliberativas —en lugares que van desde California a China y
Japón, pasando por Europa— la población no está tan polarizada como las élites
políticas. Así es sobre todo en EEUU, donde las primarias suelen obligar a los
políticos a incurrir en comportamientos extremos. Sin embargo, el consenso puede
surgir cuando los ciudadanos -seleccionados como representantes indicativos del
conjunto del electorado gracias a muestras elaboradas científicamente- se sitúan
en una zona despolitizada o en una "isla de buena voluntad" que, fuera del
alcance de la "industria de la persuasión" que domina las elecciones, les
permite acceder a datos y a expertos con puntos de vista contrapuestos.
Sin embargo, mientras se han podido realizar sondeos deliberativos de
presencia física, reuniendo a 200 o 500 personas seleccionadas por métodos
estadísticos (de una forma no muy diferente a como se elegía en la Atenas de
hace 2.400 años una asamblea de 500 miembros, mediante sorteo), esto no se ha
logrado de forma virtual. El éxito de los seminarios virtuales organizados por
universidades como la de Stanford —en los que llegan a participar hasta 160.000
personas— apunta su potencial.
b) En sí mismas, ni la transparencia ni la opacidad constituyen una virtud.
Demasiada transparencia puede acabar con la solidez de las instituciones
deliberativas. Esta es la "paradoja de la apertura". Si las encuestas
deliberativas exigen cierto "espacio despolitizado", las instituciones
deliberativas precisan de cierta opacidad para proteger sus decisiones de la
presión popular y de la "tiranía de la mayoría". Esta es la razón de que el
Tribunal Supremo y la Reserva Federal de EEUU no sean instituciones
"transparentes". La opacidad otorga un margen para una deliberación razonada, no
sometida al escrutinio público.
Sin embargo, las instituciones deliberativas, para no quedarse encorsetadas,
deben estar ligadas a bucles de realimentación consistentes y poder rellenarse u
"oxigenarse" periódicamente mediante la rotación de personal.
4. Medios neutrales frente a monetización de la atención. La
base de la deliberación consistente radica en la existencia de una información
neutral, objetiva y de calidad. Sin embargo, aquí nos enfrentamos al mismo grado
de politización y de polarización de la vida política. Del mismo modo que en las
sociedades democráticas las primarias generan posiciones políticas polarizadas,
el imperativo de "monetizar la atención" para nichos de mercado contamina la
calidad objetiva de la información, que se edita para su venta. Como los
blogueros únicamente hablan para su propia tribu, la gente solo encuentra la
información que busca. La información deja de ser comunicativa.
Se ha hecho realidad algo previsto por los sociólogos: la mayor amplitud de
banda ha compartimentado la información. El cuidado de la información —la
jerarquización de su calidad intelectual, la pretensión de veracidad o su
interrelación con otras disciplinas— está íntimamente relacionado con la
gobernanza deliberativa.
Quizá algún día el "valor del cuidado" [de la información] pueda tener un
valor mercantil, pero como hoy en día la información objetiva, neutral y de
calidad debe proporcionarse en forma de "bien público", queda sometida al
problema de la gratuidad.
5. Por debajo del Estado-nación. Gran parte de los debates
se han centrado en la relación entre los medios sociales y el Estado-nación. Sin
embargo, desde hace tiempo sabemos, y así se ha dicho, que el Estado-nación es
demasiado pequeño para los problemas mundiales y demasiado grande para los
locales. En un mundo interconectado en el que el poder está diseminado, tendría
más sentido buscar un cambio que, yendo de arriba abajo, de la ciudad al nivel
subnacional, no emanara del Estado-nación o de las cumbres mundiales. Máxime
ahora que el mundo está prácticamente urbanizado y que ha surgido un
archipiélago de enormes megalópolis de más de 20 millones de habitantes cada
una, sobre todo en Asia. Las megalópolis son nodos de una red en los que la
gente vive y trabaja (o está desempleada), en los que se mueve y contamina.
En esas ciudades en las que la proximidad física ya acentúa los procesos de
realimentación, los intensos bucles de realimentación de las redes sociales
pueden fomentar urbes todavía más inteligentes
.
(Entre los expertos que participaron en el debate figuran Jared Cohen, de
Google Ideas; Charles Songhurst, estratega de Microsoft; David Brin, autor de
The Transparent Society [La sociedad transparente]; George Yeo, exministro de
Asuntos Exteriores de Singapur; Joichi Ito, director del laboratorio de medios
del MIT; Pierre Omidyar, fundador de eBay; el politólogo Francis Fukuyama, y
Alec Ross, el diplomático del Departamento de Estado norteamericano más versado
en cuestiones digitales).
Nathan Gardels, Medios sociales y democracia deliberativa, El País, 21/03/2012
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