2012: l´any Turing.
Turing nació el 23 de Junio de 1912, por lo que este año se celebra el
centenario de su nacimiento con actos de homenaje en casi todo el mundo y, en
particular, en Reino Unido, su país de origen. Homenajes que nunca tuvo en vida,
sino todo lo contrario. Turing era homosexual y fue procesado y condenado por
ello, en 1952, en base a una ley injusta por homofóbica. Le dieron a elegir
entre la prisión o la castración química. Escogió ésta última opción, causándole
importantes secuelas físicas y psíquicas que, junto con el rechazo social por la
condena, provocaron su muerte por envenenamiento al morder una manzana que
contenía cianuro potásico. A pesar de los intentos de sus familiares de
atribuirlo a un accidente, la opinión mayoritaria, así como la causa oficial de
la muerte, fue que se había suicidado.
En 1936, mucho antes de que se construyeran los primeros ordenadores, Turing
desarrolló los fundamentos teóricos de la computación mediante la introducción
de un concepto, conocido ahora como Máquina de Turing, sobre el que se basan
todos los ordenadores actuales. La Máquina de Turing es una rigurosa
formalización de conceptos tan básicos en informática como el de algoritmo y el
de calculabilidad y, gracias a ellos, determinó donde están los límites de lo
que es calculable por un ordenador.
Demostrar imposibilidades es de importancia extraordinaria en ciencia. Por
ejemplo, la imposibilidad de construir máquinas con movimiento perpetuo condujo
al descubrimiento de las leyes de la termodinámica en física. De la misma forma,
conocer los límites de las matemáticas y de la computación nos puede enseñar
algunas reglas básicas acerca de sus posibilidades o, como dice el matemático
Gregory Chaitin, nos permite saber cuándo no debemos intentar lo imposible.
Además, Turing es considerado el padre de la Inteligencia Artificial (IA). En
el artículo publicado en la revista Mind, en 1950, titulado Computing Machinery
and Intelligence (Maquinaria informática e inteligencia), argumentaba que en un
plazo de unos 50 años habría ordenadores inteligentes capaces de hacer
deducciones lógicas, de aprender adquiriendo nuevos conocimientos tanto
inductivamente como por experiencia y de comunicar mediante interfaces
humanizadas. Era una idea muy radical en aquel momento y, de hecho, el debate
todavía persiste. La agumentación de Turing se basaba en otro importantísimo
concepto matemático, el de máquina universal, propuesto también por él.
La máquina universal de Turing es capaz de emular a cualquier otra, aunque
sea más compleja que ella misma. Dado que los seres humanos somos máquinas
—complejas máquinas biomoleculares, pero máquinas al fin y al cabo— podemos
pensar, como hizo Turing, que su máquina universal, origen de los ordenadores
actuales, debería poder emular la inteligencia humana.
No podía pasar por alto la cuestión de cómo averiguar si una máquina es o no
inteligente y, para responder a esta pregunta, propuso una prueba que lleva su
nombre: el Test de Turing. Este test es una variante del llamado juego de
imitación en el que participan tres personas: un interrogador, un hombre y una
mujer. El interrogador se sitúa en una sala distinta y se comunica con las otras
dos personas mediante mensajes de texto en un terminal de ordenador y dispone de
cinco minutos para, por las respuestas que recibe a sus preguntas, determinar
quien es el hombre y quien la mujer.
Esto sería fácil sino fuera porque en este juego el hombre miente,
pretendiendo ser la mujer, con el objetivo de confundir al interrogador. La
mujer, por su parte, intenta, a través de sus respuestas, ayudar al interrogador
a discernir correctamente quién es quién. Si pasados los cinco minutos el
interrogador no es capaz de saber con una certeza superior al 70% quien es
quien, entonces el hombre gana el juego ya que ha conseguido confundir al
interrogador haciéndose pasar por mujer. Pues bien, el Test de Turing consiste
simplemente en sustituir en este juego de imitación el papel del hombre por un
ordenador,de tal forma que si consigue confundir al interrogador, haciéndole
creer que es la mujer, diremos que el ordenador es inteligente.
Si bien es cierto que hasta ahora no hay ningún programa de ordenador que
haya superado este test, hay que decir que tampoco es realmente un objetivo de
los investigadores en IA conseguir superarlo y, por lo tanto, no se han dedicado
muchos esfuerzos a ello. El principal motivo es que este juego de imitación, en
base al estado actual de la IA, no es un buen indicador para determinar si una
máquina es inteligente ya que, como mucho, solamente evalúa aquellos procesos
cognitivos que son susceptibles de ser expresados verbalmente. Sin embargo, hay
otros procesos cognitivos fundamentales que no son verbalizables y cuya
modelización y evaluación son imprescindibles en IA.
El ejemplo más paradigmático es la actual investigación en robots autónomos
cuyo objetivo es dotarles de sofisticadas habilidades sensoriales y motoras, que
permitirán que dichos robots puedan aprender a reconocer y comprender lo que
vean, toquen, oigan y huelan. También deberán tener capacidades de razonamiento
espacial para aprender a interpretar su entorno, que generalmente incluirá a
otros robots y también a seres humanos, lo que requerirá que desarrollen
capacidades de socialización. Para poder medir los progresos hacia estos
objetivos, un test como el propuesto por Turing no sirve. Necesitamos un
conjunto de tests que evalúen todo el rango de capacidades que conforman la
inteligencia y, en particular, la capacidad de adquirir conocimientos de sentido
común, el problema más importante que debemos resolver para lograr inteligencias
artificiales de propósito general.
Pero aún hay más contribuciones científicas de Turing. En una conferencia en
la Sociedad Matemática de Londres, en 1947, disertó sobre la posibilidad de
construir máquinas conexionistas, basadas en redes de neuronas artificiales, con
capacidad de aprendizaje. Concepto sorprendentemente vigente en los actuales
sistemas conexionistas de IA. La última, y asombrosa, noticia sobre la
genialidad de Turing es del pasado febrero. Investigadores del King's College de
Londres han confirmado experimentalmente una teoría que Turing formuló hace 60
años y que explicaba cómo se generan los patrones biológicos que dan lugar, por
ejemplo, a las rayas en los tigres o las manchas en los leopardos. El estudio,
publicado en la prestigiosa revista Nature Genetics, demuestra que
dichos patrones se deben a la interacción de un par de morfogenes, uno inhibidor
y otro activador, tal y como predecían las ecuaciones que había formulado
Turing. Este resultado es de tal magnitud que puede incluso tener aplicaciones
importantes en medicina regenerativa.
A nadie se le escapa pensar cuantas veces más nos hubiera asombrado Alan
Turing con contribuciones científicas de primer orden si la intolerancia no se
hubiera cruzado en su camino.
Ramón López de Mántaras, El legado de un científico visionario, El País, 21/03/2012
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