Som gramàtica.
Del mismo modo que un franquista puede devenir en demócrata o un trotskista
en facha, la lengua puede cambiar también de ideología y de hecho ha cambiado,
ahora parece liberal o neoliberal, no sé, depende de la emisora de televisión
que pongas o de la prensa que leas. Pero no hablemos de contingencias de orden
político, económico o social que duran 40 ó 50 años, lo que en la vida de la
lengua no es nada o casi nada. Hablemos de lo que nos constituye en lo más
profundo, de lo que somos desde que tenemos memoria: una sociedad patriarcal.
¿Puede una gramática permanecer ajena a esa condición cuyos orígenes parecen tan
remotos como los del habla? Quizá no. Se dice también que, si queremos que la
lengua cambie, el que tiene que cambiar es el hombre (y la mujer, claro). Una
forma optimista de abordar el asunto, como si la lengua fuera nuestro producto y
no nosotros el de ella.
Juan José Millás, Otra de lengua, El País, 23/03/2012
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