π
De π se ha dicho casi todo. Y la mayoría de lo que del misterioso número se
predica remite de algún modo a la poesía. Incluso sus atributos matemáticos
participan de esa especie de aura vertiginosa y escurridiza que ha fascinado a
todos (y son muchos) los que se han dejado las cejas escrutándolo: número
“irracional” (no puede expresarse en fracciones de dos números enteros) y
“trascendente” (no es raíz de ningún polinomio con coeficientes enteros), su
extravagante pedigrí matemático lo sitúa muy por encima de sus pobres hermanos
sin cualidades reseñables. π es un símbolo místico, una representación de lo
inabarcable (y quizás de Dios) más apropiada que la consabida fórmula que
pretendía facilitarnos la comprensión del concepto mediante el recurso a la
aburrida contaduría de las arenas del mar o de las estrellas del firmamento.
Para que se hagan una idea: empleando sólo los cincuenta primeros decimales de
Pi podríamos describir con precisión la curvatura del Universo. Qué
escalofrío.
Bueno, pues afortunadamente ese número es de todos y no pertenece a nadie.
Como el aire (al menos por ahora; ya veremos qué pasa si continúa la histérica
satanización de lo gratuito). Michael H. Simon, un juez de Nebraska, acaba de
dictar sentencia en la demanda interpuesta por el músico de jazz Lars Erickson
contra el también músico Michael Blake. El segundo compuso el pasado año una
melodía electrónica, a la que bautizó What Pi sounds like (“Cómo suena
Pi”), basada en la atribución de una nota musical a cada uno de los primeros
números de la serie π. El tipo colgó su obra en YouTube y se hizo famoso
inmediatamente. Blake la escuchó y la encontró demasiado parecida a su propia
composición Pi Symphony, que había registrado en 1992 y que también se
basaba en el mismo procedimiento. Y demandó al colega.
El juez, un auténtico Salomón de Nebraska, ha resuelto que pi no está sujeto
a derechos de autor (is a non- copyrightable fact, reza la sentencia),
así como —atención— tampoco lo está la idea de transformarlo en música, porque
“el diseño resultante de notas es una expresión que surge de la
non-copyrightable idea de convertir pi en música”. Un alivio, señoras y señores.
Ahora podremos seguir experimentando y jugando tranquilamente con el número
mientras otros estupendos pirados siguen poniendo negro sobre blanco la caravana
eterna de sus guarismos. Se me olvidaba: el juez Simon ha tenido el buen gusto
de sentar jurisprudencia en el Día Pi, que es el 14 de marzo (3/14 según el
formato de fecha empleado en EE UU). El mismo, por cierto, en que celebramos el
cumpleaños de Einstein.
Manuel Rodríguez Rivero, π es de todos y de nadie, El País, 21/03/2012
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