El que tenen en comú les escombraries i els migrants.
Los movimientos migratorios y los
traslados de basura tienen, por tanto, esto en común: se trata de encontrar un
sitio —en otro lugar— para aquello que no lo tiene —en este lugar—. Por tanto,
el presupuesto de estos movimientos de traslación es que cada cosa tiene su
sitio y que hay un sitio para cada cosa. Rafael
Sánchez Ferlosio ha propuesto llamar al orden generado por este presupuesto
el orden del destino, y esta propuesta tiene una doble pertinencia. Por
una parte, nos recuerda el significado originario del vocablo “destino”, que es
precisamente ese: un esquema en el cual a cada cosa se le asigna un lugar —su
destino, el lote que le corresponde por designio de los dioses, de la Moira, de
las Parcas o de la naturaleza— que es su porvenir ineludible, su fin fatal. Por
otra, esta designación es coherente en primer lugar con el hecho de que las
regiones a donde se trasladan los emigrantes se denominan “países de destino”,
no solamente en el sentido trivial de que allí es adonde se dirigen, sino
también en el sentido de que allí es donde podrán “labrarse un porvenir”, de
que van a sus lugares de destino en busca de un porvenir que les está negado en
sus lugares de procedencia. Van allí, por tanto, en busca de su identidad, para
llegar a ser quienes son (cosa que todavía no saben y que nunca descubrirán si
se quedan en donde no tienen porvenir). Y la denominación sigue siendo
coherente, en segundo lugar, con las basuras industriales: no se las puede
dejar allí donde se generan porque allí no están en su sitio ni tienen porvenir
ninguno. Es preciso trasladarlas a una tierra baldía en donde tengan porvenir,
en donde puedan regenerarse, reactivarse, reciclarse, integrarse, en donde puedan
llegar a ser otra cosa que lo que son —basuras, desperdicios—, en donde puedan
recuperar la identidad que han perdido, en donde puedan crecer las lilas en
la tierra muerta y en donde la lluvia primaveral remueva las raíces mas secas.
Sí, aunque cueste aceptarlo en principio, “basura” significa también esto: lo
que tiene un destino, un porvenir, una identidad secreta y oculta, y que tiene
que hacer un viaje para descubrirla, como el príncipe encantado para dejar de
ser rana y convertirse en príncipe, como la bestia para vencer el hechizo y
volver a ser bella. La observación de Bauman sobre la crisis de la modernidad
tardía puede, por tanto, reformularse en estos términos: ¿qué ocurre cuando ya
no se puede encontrar un lugar para trasladar aquello que aquí no lo tiene,
cuando ya no hay un “país de destino” al que emigrar o en donde labrarse un
porvenir? ¿Qué ocurre con la basura cuando se ha quedado sin porvenir, sin
esperanza de reciclaje o regeneración, y qué con aquellas poblaciones que han
de resignarse a vivir sin esperanza social, cuando la rana comprende que ya
nunca será príncipe y la bestia que ya nunca será bella?
José Luis Pardo, Nunca fue tan hermosa la basura, Revista Observaciones filosóficas, nº 12, 2011
José Luis Pardo, Nunca fue tan hermosa la basura, Revista Observaciones filosóficas, nº 12, 2011
Comentaris