Els diners com a finalitat última.
Ello es cierto para el poseedor, cuyo paradigma es el personaje balzaquiano de Père Grandet (padre de la protagonista en Eugénie Grandet), avaro incrédulo que parece recobrar la fe en el acto de extremaunción al alzarse del lecho para besar una talla de Cristo, que simplemente...era de oro.
Pero ello es también cierto para el desposeído, en pos siempre del dinero mínimo que garantice sus necesidades elementales y forzado a poner entre paréntesis toda otra exigencia todo otro deseo, paréntesis que en general se prolonga una entera vida. Pues de triunfo en los objetivos le llevará simplemente a convertirse en un personaje como ese hombre de empresa británico afincado en Barcelona, orgulloso en una entrevista de haber empezado en su empresa con un minijob y haberse convertido en director para España, lo cual le da autoridad para que nos dirija esta advertencia (¿o anatema?) "se van a arrepentir ustedes de no tener minijobs"1.
Para uno y otro- poseedor como desposeído-el dinero reemplaza entonces aquellos valores que la tradición humanística, en el amplio sentido del término, postulaba como deseable objetivo que debería determinar la máxima subjetiva de acción de cada uno de los humanos. La erección del dinero en finalidad última hace que, tras el imperativo de alcanzar los medios de subsistencia, aquel que lo logra se impone entonces el ganar altura en relación a la escala de medida, que lo es efectivamente de todas las cosas, y obliga a dejar de lado la inclinación que Aristóteles nos atribuía a fortalecer las facultades del espíritu. Pues la escala de medida marca los criterios de moralidad, como marca los criterios de aptitud para hacerse un camino en la maraña de la vida social concebida efectivamente en términos darwinianos pero no en pos de la supervivencia sino en pos de un extraño símbolo. 2
1 El personaje que no tiene desperdicio nos dirije también
otras perlas "Aquí [en España]sus expectativas de empleo son pura ideología y
están basadoa en tiempos mejores que quizás no vuelvan. Creen que sólo por haber
legislado el derecho teórico a un ideal de contratos indefinidos bien pagados se
convertirán en realidad algún día".Lo que no dice explicitamente es que los
"tiempos mejores" no considera que sea bueno que volvieran, entre otras cosas
porque la seguridad laboral que a su juicio conferían "frena la circulación del
talento entre empresas"
2 En un artículo publicado en Le Monde Diplomatique en marzo
2012, el filósofo húngaro G. M. Tamás nos da un ejemplo estremecedor de lo que
significa una sociedad marcada por la erección del dinero en escala de valor:
"Mientras va empezando la lucha a muerte por unos servicios y recursos sociales
cada vez más escasos, el poder presenta los motivos de esa contienda en términos
de excelencia moral, aptitud biológica y superioridad intelectual. Sólo las
personas jóvenes, diligentes y flexibles se juzgan dignas de consideración:
rechazar esos criterios es rechazar el orden natural de las cosas [...]Más que
racista a la antigua, la derecha húngara se opone sobre todo a subsidiar a los
pobres, a dar ayuda a los desocupados, que la gente asimila a los gitanos, y a
todos los elementos "improductivos" de la sociedad , que se designan como
"inactivos", incluyendo en esa categoría a los jubilados[...] Para imponer este
nuevo orden, el gobierno necesita dinero y efectúa recortes presupuestarios. No
más dinero para para las artes, la arqueología, los museos, la edición, la
investigación[...], las universidades, las escuelas elementales[...].los
discapacitados y los enfermos. En cambio se finanza profusamente el deporte que
tiene fama de estimular la combatividad, el espíritu de grupo, la lealtad, la
disciplina personal"
¿Y que será de los reducidos a los arcenes? Como siempre alimentarán el espíritu caritativo, en este caso de las organizaciones dependientes de la iglesia católica, floreciente en el país. Se supone asimismo que liberadas de injustos subsidios estatales que no incentivaban la búsqueda de excelencia, las universidades alcanzarán un esplendor cuando acudan a ellas los que están en condiciones de pagar las matrículas a coste real. Canción húngara que conocemos perfectamente en otros lugares.
¿Y que será de los reducidos a los arcenes? Como siempre alimentarán el espíritu caritativo, en este caso de las organizaciones dependientes de la iglesia católica, floreciente en el país. Se supone asimismo que liberadas de injustos subsidios estatales que no incentivaban la búsqueda de excelencia, las universidades alcanzarán un esplendor cuando acudan a ellas los que están en condiciones de pagar las matrículas a coste real. Canción húngara que conocemos perfectamente en otros lugares.
Víctor Gómez Pin, La naturaleza del hombre que desea el dinero, El Boomeran(g), 23/03/2012
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