Les conseqüències de la transformació experimentada per la 'parrhesía' (Michel Foucault).


En el análisis de la parrhesía lo que está en juego, desde el punto de vista de la historia misma del pensamiento, no sólo el pensamiento político, sino el pensamiento filosófico de Occidente.

Hay que subrayar con claridad lo siguiente. Primero, a través de esta evolución –por un lado, la crítica de la democracia como lugar de la parrhesía y, por otro, la valorización de la monarquía o el poder personal como lugar de esa misma parrhesía-, podrán advertir que esta última ya no es simplemente un privilegio que debe ejercerse y cuyo ejercicio se confunde con la libertad del ciudadano honorable. La parrhesía aparece ahora, no como un derecho poseído por un sujeto, sino como una práctica, una práctica que tiene por correlato privilegiado, como punto de aplicación primordial, no la ciudad o el cuerpo de los ciudadanos a quienes debe convencerse y cuya adhesión es preciso ganar, sino algo que es a la vez un socio al que ella se dirige y un ámbito donde su arte surte sus efectos. Ese socio al que la parrhesía se dirige y el ámbito donde surte sus efectos es la psykhé (el alma del individuo. Primer punto, entonces: se pasa de la polis a la psykhé como correlato esencial de la parrhesía.

Segundo, el objetivo de ese decir veraz, ahora orientada hacia la psykhé, ya no es tanto la opinión útil en tal o cual circunstancia específica, cuando los ciudadanos están atribulados y buscan un guía que pueda permitirles escapar a los peligros y salvarse, sino la formación de cierta manera de ser, cierta manera de hacer, cierta manera de conducirse en los individuos o en uno de ellos. El objetivo del decir veraz, por tanto, es menos la salvación de la ciudad que el ethos del individuo.

Tercero, esta doble determinación de la psykhé como correlato del decir veraz, y del ethos como objetivo de la práctica parresiástica, implica que la parrhesía, a la vez que se organiza en torno del principio del decir veraz, se encarna ahora en un conjunto de operaciones que permiten a la veridicción inducir en el alma efectos de transformación.

Al identificar esa transformación de una parrhesía considerada en su horizonte democrático y político con sus efectos de salvación de la ciudad, en una parrhesía que se dirige a la psykhé de los individuos y apunta a la formación de su ethos, podemos aprehender dos series de consecuencias. En primer término, me parece que el análisis de esa parrhesía puede echar alguna luz y esclarecer de alguna manera la famosa cuestión –tradicional de la filosofía griega al menos desde fines del siglo XIX, digamos desde Rohde (Le culte de l’âme chez les grecs et leur croyance à l’inmortalité, 1928)- de la formación de la idea griega de psykhé, el recorte progresivo y la definición de esa realidad que es la psykhé. (…)

Pero me parce sobre todo que, al tratar esa transformación, podemos ver algo que es bastante importante para comprender ciertos rasgos fundamentales de la filosofía griega y, por consiguiente, de la filosofía occidental. Con esas inflexiones y cambios en la parrhesía nos encontramos ahora, en el fondo, en presencia de tres realidades o, en todo caso, de tres polos: el polo de la alétheia y el decir veraz; el polo de la politeia y el gobierno, y, por último, el polo de lo que en los textos griegos tardías se llama ethopóiesis (la formación del ethos o la formación del sujeto. (…) Alétheia, politeia, ethos: creo que la irreductibilidad esencial de los tres polos, y su relación necesaria y recíproca, la estructura de atracción de uno hacia otro y viceversa, sostuvo la existencia misma de todo el discurso filosófico desde Grecia hasta nuestros días.(81-84)

Clase del 8 de febrero de 1984. Segunda hora.


Michel Foucault, El coraje de la verdad, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2010

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