El savi en l'Antiguitat (Pierre Hadot).
En la Antigüedad se escribió mucho sobre un tipo de literatura que tuvo por
tema la descripción del sabio. (…) Son descripciones del filósofo perfecto, tal
y como debería ser. Por eso he dicho que la figura del sabio era en la
Antigüedad una norma, un ideal trascendente. Platón, en el Banquete,
dijo explícitamente que solamente Dios era sabio y que el hombre no podía ser
sino filo-sofo, es decir “amigo de la sabiduría”. Y los estoicos, al insistir
en la extrema rareza del sabio, hacen también de la sabiduría un ideal
trascendente. Cuando Lucrecio, en su
poema sobre la Naturaleza, elogia a Epicuro,
a quien sus discípulos consideraban como un sabio, describe en realidad al
filósofo ideal. ¿Cuáles son entonces las cualidades que Lucrecio admira en él? La primera, es su amor hacia los hombres.
Cuando enseñó su doctrina, quiso socorrer al género humano presa del terror de
la superstición y los tormentos de las pasiones. Un segundo rasgo
característico de su sabiduría es la osadía de su visión cósmica: llegó a través
del espíritu, dice Lucrecio, más
allá de las barreras inflamadas que limitan el universo y recorrió el Todo
inmenso. Un tercer rasgo, finalmente: es libre, sin miedo, está en una paz
interior análoga a la de los dioses, de los que podemos decir, precisamente,
según su doctrina, que ningún problema agita la paz de su alma. En el fondo,
estos tres rasgos se encuentran en la figura del sabio descrita por las otras
escuelas, excepto las escépticas. (177)
El discurso filosófico como ejercicio espiritual
Pierre Hadot, La filosofía como forma de vida.
Conversaciones con Jeannie Carlier y Arnold I. Davidson, Alpha Decay, Barna
2009
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