La raó és una forma de dominació?







Lo woke, según Susan Neiman, traiciona las ideas centrales de la izquierda. Escoge el tribalismo frente a la vocación de universalismo; no cree en la aspiración a la justicia porque interpreta el mundo solo en términos de poder; su obsesión por el pasado y los agravios lo apartan del presente y del progreso (tanto del ideal como de los avances logrados). “Lo confuso del movimiento woke es que nació de emociones tradicionalmente de izquierdas”, escribe en la introducción: “la empatía con los marginados, la indignación ante la difícil situación de los oprimidos, la determinación de que los errores históricos deben ser corregidos. Estas emociones, sin embargo, se malogran debido a una serie de supuestos teóricos que acaban por socavarlas”. Se trata de lo que en inglés se llama “teoría”, un conjunto amorfo que engloba elementos muy distintos, pero que se define por “un rechazo a los marcos epistemológicos y supuestos políticos heredados de la Ilustración”: “Rara vez nos percatamos de los supuestos que se hallan incrustados en la cultura porque normalmente se expresan como verdades evidentes. Dado que se ofrecen como meras descripciones de la realidad en lugar de ideas que podríamos cuestionar, resulta difícil desafiarlos directamente. Aquellos que han aprendido en la universidad a desconfiar de cualquier afirmación de verdad vacilarían a la hora de reconocer la falsedad”, escribe.

Neiman señala la influencia de dos pensadores en la ideología woke: Carl Schmitt y Michel Foucault. Son nombres habituales en la genealogía: José Luis Villacañas ha definido el populismo como “Carl Schmitt con estudios culturales”, y Rorty hablaba de la influencia de Foucault en la “izquierda cultural” en Forjar nuestro país. 

En los debates sobre la libertad de expresión que ha habido estos años en Estados Unidos se veía la influencia de esa visión foucaultiana. Los partidarios de limitar la libertad de expresión decían que las discusiones no dependen de la razón y de la confrontación de argumentos sino del poder. La clave para ellos no es la razón o la persuasión, sino la posición jerárquica. “La razón, desde su punto de vista, es una forma de dominación. Si alguien es mejor razonando, si no sabes cómo contraargumentar, eso es una forma de dominación, aunque no sea física.

En Tierra y mar Carl Schmitt restringía la humanidad a aquellos que están enraizados en la tierra. Los pueblos isleños serían “hombres pez”. Los judíos, sin marina ni patria, “no son ni carne ni pescado”, pero “según su texto de 1942, ciertamente no son humanos”. Para el filósofo, explica Neiman en el libro, “conceptos universalistas como la ‘humanidad’ son invenciones judías tras las que se ocultan intereses judíos deseosos de obtener poder dentro de una sociedad no judía”. 

Daniel Gascón, Susan Neiman, lo woke y la izquierda, Letras Libres 01/0472024

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