La visió filosòfica (Pierre Hadot).


Esforzarse en ver el mundo como si lo viéramos por primera vez es desembarazarse de la visión convencional y rutinaria que tenemos de las cosas, es volver a encontrar una visión bruta, ingenua, de la realidad, es apercibirse entonces del esplendor del mundo, que habitualmente se nos escapa. Es lo que se esfuerza en hacer Lucrecio cuando dice que, si el espectáculo del mundo se apareciese bruscamente e inopinadamente bajo nuestra mirada, la imaginación humana sería incapaz de concebir algo más maravilloso. (254)

El ejercicio espiritual de la mirada desde lo alto, desnuda de toda cosmología caduca y de toda mitología, sigue siendo válida hoy. Es simplemente lo que se llama colocarse en “el punto de vista de Sirio”, por retomar el título de un editorial redactado durante años en Le monde por Hubert Beuve-Méry. Situarse en el punto de vista de Sirio, es esforzarse en la objetividad, en la imparcialidad del historiador y del sabio, pero es también desprenderse del propio yo para abrirse a una perspectiva universal. Este ejercicio está destinado a hacer tomar conciencia al individuo de su lugar en el universo, es decir, a desligarlo de su punto de vista egoísta y también a hacerle tomar conciencia de su pertenencia, no solamente al Todo del Universo, sino también al Todo de la comunidad humana. Salir de una visión unilateral de las cosas, ponerse en el lugar de los demás. (248)

Para millares de hombres que sufren y viven en la miseria, la existencia en el mundo no puede aparecérseles como algo maravilloso. Estas cosas son bonitas de ver, decía Schopenhauer, pero ser una de ellas es un asunto muy distinto. La vida filosófica consiste en el coraje de asumir conscientemente el hecho de ser precisamente una de ellas. Algunos seres humanos, a veces muy simples y muy “ordinarios”, como señalaba Montaigne, tienen este coraje y acceden así, por otro lado, a la vida filosófica. Aun cuando sufren y se encuentran en una situación desesperada, a veces llegan a considerar la existencia en el mundo como algo espléndido. (…)

A fin de cuentas, quizás el mundo sea espléndido, a menudo es atroz, pero es sobre todo enigmático. La admiración se puede volver extrañamiento, estupefacción, incluso terror. Lucrecio, al hablar de la visión de la naturaleza que le reveló Epicuro, grita: “Ante este espectáculo, una especie de placer divino y un estremecimiento de espanto me sobrecogen”. Son, en efecto, los dos componentes de nuestra relación con el mundo, a la vez placer divino y terror. (…) El estremecimiento de espanto anuncia, en todo caso, el estremecimiento sagrado que el hombre experimenta ante el carácter enigmático de la realidad. (…) Este estremecimiento sagrado no se produce voluntariamente, pero, en las raras ocasiones en que nos sobrecoge, no hay que intentar sustraerse a él, porque nos da el coraje para afrontar el indecible misterio de la existencia. (255-256)

Tan sólo el presente es nuestra felicidad.


Pierre Hadot, La filosofía como forma de vida. Conversaciones con Jeannie Carlier y Arnold I. Davidson, Alpha Decay, Barna 2009

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