La visió filosòfica (Pierre Hadot).
El ejercicio espiritual de la mirada desde lo alto, desnuda de toda
cosmología caduca y de toda mitología, sigue siendo válida hoy. Es simplemente
lo que se llama colocarse en “el punto de vista de Sirio”, por retomar el
título de un editorial redactado durante años en Le monde por Hubert
Beuve-Méry. Situarse en el punto de vista de Sirio, es esforzarse en la
objetividad, en la imparcialidad del historiador y del sabio, pero es también
desprenderse del propio yo para abrirse a una perspectiva universal. Este
ejercicio está destinado a hacer tomar conciencia al individuo de su lugar en
el universo, es decir, a desligarlo de su punto de vista egoísta y también a
hacerle tomar conciencia de su pertenencia, no solamente al Todo del Universo,
sino también al Todo de la comunidad humana. Salir de una visión unilateral de
las cosas, ponerse en el lugar de los demás. (248)
Para millares de hombres que sufren y viven en la miseria, la existencia en
el mundo no puede aparecérseles como algo maravilloso. Estas cosas son bonitas
de ver, decía Schopenhauer, pero ser
una de ellas es un asunto muy distinto. La vida filosófica consiste en el
coraje de asumir conscientemente el hecho de ser precisamente una de ellas. Algunos
seres humanos, a veces muy simples y muy “ordinarios”, como señalaba Montaigne, tienen este coraje y acceden
así, por otro lado, a la vida filosófica. Aun cuando sufren y se encuentran en
una situación desesperada, a veces llegan a considerar la existencia en el
mundo como algo espléndido. (…)
A fin de cuentas, quizás el mundo sea espléndido, a menudo es atroz, pero
es sobre todo enigmático. La admiración se puede volver extrañamiento,
estupefacción, incluso terror. Lucrecio,
al hablar de la visión de la naturaleza que le reveló Epicuro, grita: “Ante este espectáculo, una especie de placer
divino y un estremecimiento de espanto me sobrecogen”. Son, en efecto, los dos
componentes de nuestra relación con el mundo, a la vez placer divino y terror.
(…) El estremecimiento de espanto anuncia, en todo caso, el estremecimiento
sagrado que el hombre experimenta ante el carácter enigmático de la realidad.
(…) Este estremecimiento sagrado no se produce voluntariamente, pero, en las
raras ocasiones en que nos sobrecoge, no hay que intentar sustraerse a él,
porque nos da el coraje para afrontar el indecible misterio de la existencia.
(255-256)
Tan sólo el presente es nuestra felicidad.
Pierre Hadot, La filosofía como forma de vida.
Conversaciones con Jeannie Carlier y Arnold I. Davidson, Alpha Decay, Barna
2009
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