La pregunta per l´ésser de l´home.
El hombre no sólo es un animal al que sorprende su entorno, un animal para el que en un momento u otro (ya se trate de un momento infantil olvidado y hasta repudiado) la presencia de la naturaleza es causa de estupor, sino también un animal al que su propio ser inquieta, un animal que se pregunta por su animalidad, por lo singular de su animalidad.
La pregunta por el ser del hombre ha tanteado la respuesta en muchos ámbitos, uno de ellos el lenguaje. Ha habido como una sospecha de que de la sentencia según la cual "en el principio está el verbo" expresa una intuición que va más allá del contexto evangélico en el que fue enunciada y poco tiene que ver con la creencia religiosa o la afirmación de algún principio trascendente.
No se trata en absoluto de negar que el hombre es fruto de la historia evolutiva, sino de denominar hombre no al primate geneticamente determinado para acceder a ese rarísimo código de señales que es el lenguaje humano, sino al primate ya forjado por el conjunto de variables que supuso la aparición de tal código. Es casi una mera cuestión de escapar a un equívoco, mostrando acuerdo o desacuerdo respecto a la tesis siguiente:
El primate que experimentó una determinada mutación en el gen denominado FOX P2, el primate en quien se dieron las condiciones genéticas para una "caída" en la posición de la laringe, potencialmente calamitosa para el orden estrictamente biológico (el bebe humano corre riesgos de ahogarse al ingerir alimentos) pero que supone la existencia de una suplementaria cavidad de resonancia preciosa para el lenguaje (¡y el belcanto!), el primate en quien se daban las condiciones mentales de que el signo además de remitir a lo designado remitiera también a un registro eidético (la polaridad saussiriana entre imagen acústica e idea )...este primate susceptible de ser reducido o convertido en objeto de ciencia (objeto concretamente de la paleontolología que tiene soporte en la genética), sería el ancestro inmediato del hombre en la historia evolutiva, mas no exactamente el hombre.
El hombre empezaría justamente cuando lo que potencialmente encerraba el ancestro viene a ser acto, el código de señales se hace lenguaje, cuando los signos además de designar eventualmente lo necesario a la subsistencia se complacen e su propio despliegue; el hombre empezaría justamente allí dónde un signo adquiere eventualmente más riqueza en la equivocidad que en la univocidad (tan imprescindible para el buen funcionamiento de un código ); el hombre empezaría con la emergencia de ese código irreductible a razón cognoscitiva, código del que no hay ciencia posible porque la equivocidad de sus signos posibilita (entre otras cosas) el que un conjunto finito de elementos fonéticamente diferenciados sea la puerta de entrada a un monto potencialmente infinito de posibilidades semánticas, asunto ciertamente chocante y que exige algún tipo de clarificación, de lo que me ocuparé en la próxima columna.
Víctor Gómez Pin, No hay ciencia del hombre, El Boomeran(g), 06/06/2011
http://www.elboomeran.com/blog-post/6/10880/victor-gomez-pin/no-hay-ciencia-del-hombre/
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