El "je pense" cartesià: de l´ego hermètic al jo transitiu.

René Descartes
Aludía en una columna anterior a esos pozos artesianos que en la región francesa de Artois hacían que el agua brotaba a la superficie con fuerza proporcional al ímpetu con el que se atravesaba la capa impermeable. Señalaba asimismo que en la Recherche de Marcel Proust el pozo artesiano es parábola del esfuerzo del espíritu, cuando efectúa una inmersión en sí mismo, a fin de taladrar las sucesivos estratos, trabados con prejuicios, clichés y construcciones edulcoradas sobre la propia condición o el propio destino...taladrar en definitiva las capas de desidia y resistencia, expulsando los residuos, a fin de dar espacio para la buena semilla de la metáfora o la fórmula.

Defendía la tesis de que esta suerte de purificación redentora es asimismo la condición de una apertura a la alteridad, de una sustitución del ego hermético por el yo transitivo, el yo productivo, intrínsecamente vinculado a los demás, efectivo nudo de relaciones, del que es paradigma el je pense de Descartes. Quisiera hoy centrarme en este punto.

En el momento álgido del Discurso del Método, el Descartes que sólo halla razones para poner en tela de juicio las convicciones más arraigadas, procedan de la moral o de la ciencia, encuentra en el hecho de que hay pensamiento una certeza apodíctica. Es de señalar que la estrategia de la duda barre desde el primer momento la propia realidad fisiológica, es decir lo que podríamos considerar nuestra identidad individual como animales:

"Me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin sangre y sin sentido alguno y creyendo falsamente que tengo todo eso. Permaneceré obstinadamente en ese pensamiento y si, por dicho medio no me es posible llegar al conocimiento de ninguna verdad, al menos está en mi mano suspender el juicio. Por ello, tendré sumo cuidado en no dar crédito a ninguna falsedad y dispondré tan bien mi espíritu contra las malas artes de ese gran engañador que por muy poderoso y astuto que sea nunca pondrá imponerme nada".

Aparece entonces la célebre frase: "pienso, luego soy". Sin embargo esta primera persona que piensa es inmediatamente presentada como "una cosa que piensa", sugiriendo así que el sujeto del pensar, lejos de identificarse al ego y el cúmulo de sus intereses, es intrínsecamente transitivo tensado, dialéctico y creador:
"¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina y también y que siente".

Lo único que en este texto plantea problema es el sentir. En efecto, ¿no habíamos acordado, llegados al paroxismo de la duda, que en lo sucesivo nos consideraríamos sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre, sin sentido alguno? Descartes precisaba sin embargo: "creyendo falsamente que tengo todo eso, aspecto de la cuestión sobe el que retorna: "De todas maneras no es menos cierto que me parece ver, oír, sentir calor, y eso es propiamente lo que en mí se llama sentir, y así precisamente considerado, no es otra cosa que pensar" .

¿Qué nos dice, en definitiva el yo pienso cartesiano? Pues que hay una cosa de la que no puedo en modo alguno dudar, a saber, que en todo momento tengo la cabeza llena de ideas, ideas de un tipo u otro pero ideas. Inténtese encontrar la menor razón para dudar e ello y se comprobará inmediatamente que lo único con lo que se tropieza es con ideas, se comprobará que es imposible ver la no visión.

Pero hay ideas e ideas, hay ideas fruto de la tensión y fertilidad del espíritu y que son correlato de ese sujeto relacional al que antes me refería y hay ideas que reflejan más bien la astenia del espíritu, ideas pasivamente asumidas ("idées reçues", en la lengua francesa) o que fueron fruto de un juicio que ahora no tensa el espíritu (ideas "rabachées" masticadas hasta la descomposición y que ya no son alimento). Ideas que cierran el paso al yo que activamente piensa, que resiste a los prejuicios establecidos. Y así este último que se había propuesto resistir a la matriz de prejuicios, al Dios que "aplica toda su industria en engañarme" (sustituyan la palabra Dios, por otras como patria, mercado, o familia y se reconocerán de inmediato en la situación) siente que se debilita:

"Pero un designio tal es arduo y penoso, y cierta desidia me arrastra insensiblemente hacia mi manera ordinaria de vivir, y como un esclavo que goza de sueños en sueños en una libertad imaginaria, en cuanto empieza a sospechar que su libertad no es sino un sueño, teme despertar y conspira con esas gratas ilusiones para gozar más largamente de su engaño, así yo recaigo insensiblemente en mis antiguas opiniones y temo salir de mi modorra, por miedo a que las trabajosas vigilias que habían de suceder a la tranquilidad de mi reposo, en vez de procurarme alguna luz para conocer la verdad, no basten a iluminar por entero las tinieblas de las dificultades que acabo de promover".

La pereza, la desidia, cómplices de nuestra "manera ordinaria de vivir", abonan una condición de confortable esclavitud. Y cuando se da un atisbo de lucidez sobre la objetivamente penosa condición, esta misma lucidez hace vislumbrar lo duro y hasta quizás infructuoso que será el esfuerzo por liberarse y entonces la modorra empuja a perdurar en la ciénaga.

En la medida en que lo designado por Descartes como "manera ordinaria de vivir" es identificado a la esclavitud, el yo que se agota en esta ordinaria manera de vivir, es un yo esclavo, y egoístamente consentidor de su situación, pues se trata en definitiva de un yo configurado por la esclavitud misma, configurado a la vez por la jornada agotadora y por las complementarias horas de ocio que alimentan la modorra...polaridad contra la que se revela el yo transitivo al que antes me refería, el yo surgido en el repudio del binomio trabajo-esclavo/evasión contraponiendo al primer polo la tensión del espíritu en el esfuerzo creativo, y al segundo ese reencuentro de la propia humanidad en el otro en el que Kant veía la esencia del juicio compartido ante la obra de arte.

El texto de Descartes es trasparente: perezoso y conservador yo huyendo de la confrontación con la fuente del engaño, frente al sujeto del pensar, que repudia tanto la situación de ser engañado como la sumisión que ello conlleva.

Víctor Gómez Pin, Pasiva esclavitud versus cartesiana manera de vivir, El Boomeran(g), 27/06/2011
http://www.elboomeran.com/blog-post/6/10963/victor-gomez-pin/pasiva-esclavitud-versus-cartesiana-manera-de-vivir/

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