Mientras que el arte oficial se deja llevar por el proceso de
personalización y democratización, la aspiración de los individuos l i la
creación artística crece paralelamente: el posmodernismo no dignifica sólo el
declive vanguardista sino simultáneamente la diseminación y multiplicación de
centros y voluntades artísticas, proliferación de los grupos de teatro amateur,
grupos de música rock o pop, pasión por la fotografía y el video, entusiasmo
por d baile, por los trabajos artísticos y artesanales, por el estudio de un
instrumento, por la escritura; esa bulimia sólo es compatible con la de los
deportes y viajes. Todo el mundo en mayor o menor grado expresa una voluntad de
expresión artística, entramos realmente en el orden personalizado de la
cultura. El modernismo era una fase de creación revolucionaria de artistas en
ruptura, el posmodernismo es una fase de expresión libre abierta a todos. El momento en que se trataba de que las
masas accedieran al consumo de las grandes obras culturales fue superado por
una democratización espontánea y real de las prácticas artísticas que corría
paralela con la personalidad narcisista ávida de expresión de sí misma, de
creatividad, aunque fuera a la manera
cool,
con gustos que oscilaban según las temporadas desde la práctica del piano a la
pintura sobre seda, del baile moderno a los juegos del sintetizador.
Indiscutiblemente esa cultura de masa ha sido posible por el proceso de
personalización, liberando espacios de tiempo, privilegiando la expresión y
valorando la creación, pero lo sorprendente es que la vanguardia de alguna
manera contribuyó a ello al experimentar sin cesar nuevos materiales y
propuestas, al desdeñar el oficio en provecho de la imaginación y la idea. El
arte moderno ha disuelto hasta tal punto las normas estéticas que se ha creado
un campo artístico abierto a todos los niveles, a todas las formas de
expresión. La vanguardia ha facilitado y desculpabilizado las pruebas y
movimientos artísticos de todos, labró el camino que permitió la eclosión de
una expresión artística de masa. (pàgs. 125-126).
Gilles Lipovetsky, La era del
vacío, Anagrama, Barna 1986
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