La política, entre el somni i la realitat.
El Roto |
A veces leemos en el periódico que un determinado político es pragmático. Por ejemplo se decía de Barroso, el anterior presidente de la Comisión Europea, o se dice ahora mismo de Matteo Renzi, el presidente del gobierno italiano.
Pero ¿es crítica o lisonja? No está claro, porque por una parte nos gusta que un político esté cerca de la realidad, que haga cosas y no sólo hable. Pero, por otra parte, “pragmático” suena a que no tiene ideales.
La palabra “pragmático” viene directamente de la filosofía. Y para sorpresa de propios y ajenos, la utilizó por primera vez un filósofo para nada pragmático, a saber, Kant.
Kant publicó un libro en el que recogía el contenido de los cursos que, durante toda su vida, impartió en la Universidad y le puso como título Antropología desde un punto de vista pragmático. Si bien en sus libros más conocidos (Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica...) Kant habla de los humanos en un plano abstracto, incluso ideal, esta antropología pragmática se propone exponer su comportamiento real. Tanto es así que deja de hablar de “el Hombre” en general (palabra con la que se empeñan los filósofos y sus comentadores en decir que se trata de un universal que engloba tanto a varones como a mujeres) y describe que la libertad real de los varones y la de las mujeres difiere en cuanto a los límites dentro de los cuales se mueve: la sociedad no autoriza ciertos comportamientos en las mujeres, aún cuando acepta benévolamente esas mismas actuaciones, si son varones quienes las protagonizan.
La filosofía pragmática, que es la filosofía americana, adoptó esta palabra para poner de manifiesto la primacía de la acción, de la práctica. Lo que quiere decir que es la práctica la que valida lo que pensamos. El ejemplo más conocido de John Dewey es el siguiente: supongamos que me pierdo en el bosque; para salir intentaré establecer un mapa en el que reseñe aquellos aspectos que puedan guiarme (la inclinación del sol a través de las sombras, ciertas piedras, desnivel del terreno, clase árboles, etcétera). Si consigo salir del bosque el mapa es una representación verdadera del bosque, el hecho de que me sirve de solución a mi problema convierte el mapa en verdadero.
Hay que señalar, sin embargo, que el mapa que he trazado no es el único mapa posible. Podría haber varias soluciones al mismo problema. Lo que significa igualmente que no podemos confundir el mapa con el territorio: puesto que sabemos que se trata de un mapa y no de el mapa, está claro que no nos encontramos ante una verdad absoluta, que ante un mapa hay que tener bien claro que no es sino un mapa posible.
El éxito del mapa se mide por su capacidad de trazar una salida válida del bosque. Alguien es pragmático cuando encuentra soluciones. La palabra “éxito” en este caso no está asociada a la fama o a una situación económica ventajosa.
Según el pragmatismo americano, la filosofía pragmática es la de la gente común. Las teorías valen si sirven, si nos hacen salir del bosque, si nos ofrecen soluciones a los problemas que tenemos planteados. El sentido común se aleja de las grandes teorías, del dogmatismo, confía en la acción.
¿Quiere esto decir que, cuando pensamos en la política, sólo necesitamos políticos pragmáticos? No exactamente. Martin Luther King decía: “I have a dream” (tengo un sueño). Y su sueño entusiasmó a millones de personas, les dio alas, les permitió asimismo compartir una ilusión, los movió para conseguir que las cosas cambiaran. Después han hecho falta políticos que buscaran la manera de hacer cambiar las leyes en la práctica. No podemos quedarnos en el sueño. Y las leyes serán una solución posible a los problemas. Mientras el sueño, por su misma inocencia, nos permite estar unidos, la realidad de la práctica nos dividirá sin duda. No todos pensarán que esta o esa son la mejor solución. Pero la verdad es que todos pedimos en un cierto momento hechos, no ideología.
Maite Larrauri, Político pragmático, fronteraD, 06/10/2014
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