El lloc del filòsof.



El lugar del filósofo es la boca de la caverna. Cuevas hay muchas, cada uno de nosotros conformamos una a lo largo de nuestra vida, e incluso varias. Para hacer filosofía cada cual ha de intentar llegar a la boca de su cueva, es decir, conocerse a sí mismo. Pero eso no basta. La proliferación de microcuevas individuales no impide que surjan cavernas colectivas, todo lo contrario. El ser humano es un animal social. Entre las cavernas compartidas destacan las lenguas naturales, las ciudades y las patrias. Recientemente han surgido cavernas tecnológicas que reúnen a millones de personas en torno las tecnolenguas (lenguajes informáticos de programación, interconexión, edición...), las tecnocasas (las interfaces de acceso a Internet) y las tecnociudades (redes sociales, digital cities). Estas marcan nuestras mentes tanto o más que los lenguajes naturales, los cuales nos permiten ver y discernir el mundo, así como relacionarnos con los demás prisioneros.

En el relato de Platón, cuando llegaba a la boca de la caverna, a filósofo se le aparecía otro mundo. La alegoría platónica culmina al afirmar la existencia de otro mundo, el mundo inteligible de las ideas, o cósmos noetós, a cuya visión accede quien consigue llegar a la boca de la caverna. No es una tarea fácil, puesto que para llegar del mundo sensible al inteligible hay que renunciar a muchas creencias sólidamente enraizadas en nuestras mentes. Por otra parte, al salir de la caverna la luz eidética puede ser cegadora. Así como el sol preside la caverna terrestre y es el origen de muchos bienes, el mundo platónico está presidido por la idea del bien, cuya contemplación es la meta de la filosofía. El problema mayor del filósofo, sin embargo, estriba en volver a la caverna, con el fin de enseñar a los demás prisioneros que existe ese otro mundo y que hay que salir de la cueva colectiva para disfrutar de él.

Quienes se han adaptado a la caverna prefieren vivir entre sombras, sobre todo si son placenteras, en lugar de indagar la posible existencia de luces y añagazas que sean las causantes de dichas sombras. La filosofía es una actividad problemática en la pólis, como bien supo Sócrates, porque trata de desenmascarar las falsedades y criticar las apariencias, con el fin de llegar a las esencias de las cosas, es decir a sus ideas (éidos). Desde la boca de la caverna se puede indagar el mundo eidético y, a la vez, compararlo con el interior de la caverna, puesto que se está entrambosmundos, por así decirlo. Incluso el lenguaje ha de ser distinto. Las matemáticas o la música, por ejemplo, son excelentes lenguajes para investigar el cósmos noetós. Pero explicar los teoremas o las composiciones musicales y artísticas mediante palabras, no es cosa fácil. Por otra parte, quienes intentan llegar a la boca de la caverna son muy pocos, y no todos conservan la razón tras el intento. En otro diálogo, El Sofista, Platón comparó a los filósofos con los locos, debido a que andan dando vueltas por las ciudades, preguntando a la gente y diciendo cosas que son inusitadas para sus contemporáneos, más acostumbrados a opinar (dóxa) que a buscar el conocimiento (épisteme). Es más cómodo vivir mentalmente en las cavernas de la opinión, en lugar de intentar acceder al conocimiento, lo cual requiere mucho esfuerzo y suele ser recompensado con el desprecio, si no con la irrisión. Al proponer la existencia de dos mundos, uno sensible y otro inteligible, Platón retomaba una división social muy acendrada, que él aprendió en Egipto: la que distinguía (y distingue) al pueblo de los sacerdotes. Hoy en día, hay sacerdotes laicos que son tan predicadores como los tonsurados.

Estas serán dos de nuestras objeciones al planteamiento platónico: su concepción elitista del conocimiento y su dualismo, es decir, el supuesto de que solo hay dos mundos, uno ficticio de sombras, y otro auténtico de luces. Pensamos que hay más mundos, no solo dos. No está demostrado que la salida de la caverna no conduzca a otra caverna. A nuestro entender, es lo más frecuente. Así como el Sol que da luz a la Tierra no es más que una estrella dentro de una galaxia, y así como hay millones de estrellas en dicha galaxia, y otras muchas galaxias, e infinidad de «soles» en el universo, así también puede ocurrir que bocas de la caverna haya muchas, no una sola, y que dichas bocas conduzcan a otras cavernas intelectuales, por iluminadas que parezcan estar, sea por las luces de la Revelación o por las de la Ilustración. La boca de la caverna es el lugar del filósofo, pero este no ha de dar por supuesto que al llegar a ella está accediendo por fin a la verdad ni tampoco ha de identificar la luz con el bien y la oscuridad con el mal. como en los poemas de Borges o en los grabados de Escher, está entrando en otra caverna. Igual las luces artificiales son preferibles a la luz natural a la hora de iluminar determinadas cuevas, por ejemplo un cabaret, un estadio deportivo o, simplemente, un ordenador. Las tabletas y las pantallas digitales ejemplifican bien la alegoría platónica. (pàgs. 14-16).

Javier Echeverría, Entre cavernas. De Platón al cerebro, pasando por Internet, Triacastella, Madrid 2013

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