Universitaris a la "bolonyesa".
Ortega y Gasset dijo que las universidades deben cumplir tres misiones:
enseñar una profesión, preparar investigadores y formar hombres cultos. Los
bienes involucrados en cada una de ellas son distintos: se aprende una profesión
por razones prácticas y en función de su utilidad social; la investigación
académica persigue el conocimiento teórico; ser culto es un imperativo
emparentado con la propia dignidad de ciudadano. Un buen sistema universitario
debería saber conjugar los tres bienes de forma armónica y equilibrada. (...)
Las actuales reformas "a la boloñesa" de la Universidad española postergan
temerariamente la misión de formar hombres cultos en beneficio exclusivo de la
preparación de profesionales. Oímos que la Universidad ha estado demasiado
alejada del mundo laboral y que lo prioritario ahora es crear puentes con la
empresa. Por eso los nuevos planes prevén pocos años de estudio para obtener un
título universitario, conocimientos técnicos especializados y aplicados, y
muchas prácticas desde el primer curso. Mutilada la Universidad de su misión
educativa, el resultado previsible será la producción industrial de una masa
abstracta de individuos preordenados para competir y producir, tan
hipercompetentes como incultos, autómatas como los niños cantores de
villancicos, ávidos consumidores de escasa civilidad como los del cumpleaños.
Empezarán a trabajar antes que nunca y se jubilarán más tarde que nunca, lo que,
privados de conciencia crítica, romos en su visión del mundo, asegura más de
medio siglo de dócil mansedumbre a las leyes del mercado, diciéndose a sí mismos
lo que el cínico personaje de Galsworthy en su novela La saga de los
Forsyte: "¿De qué le sirve al hombre salvar su alma si pierde sus
propiedades?".
Lo más chusco del asunto es que precisamente lo inútil, lo desinteresado, la
curiosidad errática y sin objetivo fijo, las horas infinitas aplicadas al
cuidado de sí sin mira de rentabilidad, la mocedad extraviada y enamorada, todos
esos ingredientes del otium activo contrapuesto al neg-otium
tendrán a la postre un efecto positivo en el universitario que busca trabajo
porque servirán para distinguirlo, entre aquella masa indistinta,
con un perfil individualizado más atractivo para las empresas. De manera que los
jóvenes deberían integrarse no antes sino después en la economía productiva, lo
más tarde que puedan permitirse, emulando a esos jóvenes ingleses del siglo
XVIII que hacían el grand tour durante años por Europa para acumular
experiencias y refinar su buen gusto antes de ocupar una posición en el mundo.
Claro que el mozo vuelve hecho un espíritu libre y eso comporta riesgos. Lewis
Rayce, protagonistas de uno de los relatos de Vieja Nueva York, de Edith
Wharton, lo sufrió en sus propias carnes. Cuando mostró la colección de cuadros
que había reunido tras errar dos años por Europa, su padre, un autoritario
hombre de negocios, lo desheredó. En lugar de comprar un Giulio Romano o un
Salvadore Rosa, a la moda en 1840, había reunido pinturas de unos desconocidos
Mantegna, Giotto y Piero della Francesca. Su exquisito gusto estético fue una
desgracia para él, que murió deprimido, pero, años más tarde, su familia, venida
a menos, se hizo inesperadamente rica con su incomparable colección de
primitivos italianos.
Hoy que viajamos a lugares remotos del planeta en vuelos low cost y la
tecnología nos pone en contacto con todas las tendencias culturales, ese
grand tour debería ser un viaje más interior que exterior hacia las
profundidades de la propia intimidad destinado a apropiarse del propio yo y
hacer de él una materia menos controlable, menos dócil, más resistente a la voz
autoritaria. Nada en contra del mercado, ¡faltaría más!, cuando sabe servir al
ciudadano: también a mí me gustan las golosinas. Pero como tiende a reducir al
hombre a servidumbre (léase consumidor acrítico), conviene estar en guardia.
Protesto contra una universidad que parece haber sustituido aquel antiguo
lema de la academia platónica "nadie entre aquí que no sepa geometría" por este
otro: "Prepárate para la gran piñata".
Javier Gomá Lanzón, La gran piñata, Babelia. El País, 30/12/2011
http://www.elpais.com/articulo/portada/gran/pinata/elpepuculbab/20111231elpbabpor_26/Tes?print=1
http://www.elpais.com/articulo/portada/gran/pinata/elpepuculbab/20111231elpbabpor_26/Tes?print=1
Comentaris