Els CIE, entre la llibertat i la detenció.
La muerte por una meningitis de Samba M., una mujer originaria del Congo, en
el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche (Madrid); el informe
que el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, entregó a la presidenta de la Cámara
catalana, en el que reclamaba solucionar con urgencia la situación del opaco
centro de internamiento de Zona Franca (Barcelona); y la posterior muerte del
joven guineano Idrissa Diallo en este mismo centro, han reabierto y logrado que
el debate sobre los CIE llegue, por fin, a toda la sociedad. Debemos de
aprovecharlo para exigir el cierre de estos centros.
Para los que nada sepan del tema, es preciso recordar que los centros de
internamiento de extranjeros son una especie de cárceles para personas que han
cometido una falta administrativa, la de estar en situación irregular en España.
Hay un total de nueve CIE en territorio español que suman más de 2.500 plazas y
que nacieron en 1999 mediante una orden ministerial, con Ángel Acebes como
titular de Interior. Antes existían centros similares, quizás no tan
conflictivos pero igualmente degradantes, amparados en la Ley de Extranjería de
1985, con José Barrionuevo como ministro del Interior.
Les relato brevemente algunas de las cosas que una enfermera que trabajó en
el CIE de Barcelona me explicó y que antes ya había denunciado en el Colegio de
Enfermeras de Barcelona y en otras asociaciones que trabajan con población
inmigrante: “Los internos no disponen de agua caliente, no tienen espacios
recreativos, no todos tienen la opción de salir al patio, pasan la mayor parte
del tiempo hacinados en una sala común donde sólo disponen de algunos juegos de
mesa, a los internos marroquíes y argelinos los separan del resto por
considerarlos más rebeldes, cosa que altera el orden del centro. El estado de
salud de los internos es malo, y empeora a medida que los días pasan.
Infecciones respiratorias (mal tratadas con antibióticos que favorecen su
resistencia) y otros cuadros víricos como resfriados y hongos en la piel son las
enfermedades que sufren la mayoría de los internos. Además de las condiciones de
salud, tanto físicas como psicológicas, lo que nos impactó a mí y a mis
compañeras fue el mal trato que daban la mayoría de los policías a los internos,
principalmente al colectivo marroquí, que era víctima de amenazas, insultos,
humillaciones y golpes que, en varias ocasiones, pudimos presenciar, y en dos
acabaron en palizas con graves daños a los internos”.
En un exhaustivo informe dirigido por el psiquiatra y presidente de la
sección de derechos humanos de la AEN (Asociación Española de Neuropsiquiatría),
Pau Pérez-Sales, (informe CEAR sobre la situación de los centros de
internamiento para extranjeros publicado en el mes de diciembre de 2009), se
afirma entre otras muchas cosas que la dinámica de funcionamiento está regida
por una lógica de comisaría y que casi la mitad de los internos de los CIE que
visitaron (el de Aluche en Madrid, el de Capuchinos en Málaga y el de Zapadores
en Valencia) tenían miedo la mayor parte del tiempo, especialmente debido a la
sensación de indefensión y la incertidumbre por lo que podía ocurrir en
cualquier momento. Un miedo que se ve incrementado cuando uno se encuentra en un
centro donde, como recoge muy bien el informe, no hay una reglamentación de
sanciones sino una discrecionalidad del uso según criterios del jefe de
seguridad.
Por su parte, la red Migreurop, organización euro-africana formada por 38
asociaciones de 13 países, llevó a cabo durante 2011 visitas a centros de
internamiento en cinco países. En España, visitó los de Aluche (Madrid),
Capuchinos (Málaga), La Piñera (Algeciras) y Zona Franca (Barcelona). En las
conclusiones de su informe incide sobre la falta de garantías de los derechos
fundamentales recogidos en la legislación penitenciaria. Es decir, personas que
no han cometido delito alguno, hacinadas en centros que son peores que
cárceles.
Lo explicaba bien el profesor Javier de Lucas en la glosa del informe CEAR
que citaba anteriormente: “Quizá convenga recordar, decía, que una de las
constantes reivindicaciones de movimientos, asociaciones y, en buena medida, de
la sociedad civil acerca de los instrumentos de las políticas de inmigración y
asilo, es la supresión de los CIE. La razón es muy sencilla: en un Estado de
derecho, no hay tertium genus entre libertad y detención. Y nadie debe ser
privado de libertad si no es como consecuencia de una decisión judicial que
considere probado que se ha cometido un lícito penal. Pues bien, los CIE son ese
tertium genus, que supone la utilización de la privación de libertad como medida
cautelar adoptada en un procedimiento administrativo sancionador, ante la
comisión de una infracción administrativa, la irregularidad, la ausencia de
papeles”.
Mal vamos cuando elaboramos una sofisticada ingeniería legal para dar cabida
a estos centros que, en teoría, están a mitad de camino entre libertad y
detención y que en la práctica son prisiones sin reglamento interno. Analizada
la cosa desde una perspectiva mucho más amplia, vemos que ya hace unos años que
Europa ha entrado en una lógica fagocitadora de derechos que empezó con los
inmigrantes pero que no se detiene solamente en ellos. Y ahí está la cuestión:
defender los derechos –y la dignidad– del otro (cualquiera que sea este) es
asegurar los nuestros también.
Por todo ello, suscribo la petición de cierre
que hace la red Migreurop de los centros de internamiento de extranjeros. Son
estructuras de maltrato.
Said El Kadaoui, Cerrar los CIE, Publico, 27/01/2012
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