Moral líquida?
¿Por qué? Físicamente cabría decir que una persona íntegra (entera) se
aviene mal con un mundo complejo (no integrado) y fraccionado. La gente no sería
de este modo "peor" en sentido absoluto sino que la notaríamos desigual a lo
largo del tiempo.
La persona de antes, la buena persona o la persona honrada, se caracterizaba
porque alteraba poco o nada su composición y a esto le llamábamos ser fiel a
sus principios. Tan incólumes sus características positivas que en ellas se
podía confiar. Poseíamos un retrato de ella y el retrato constituía su único y
permanente repertorio.
Un retrato de ese ser de cuerpo entero puesto que era así como de definía a
una persona ejemplar: "un hombre o una mujer de cuerpo entero", "un hombre o
una mujer de la cabea a los pies".
La honradez perfecta amazacotaba el valor (tanto como amazacotaba la miga de
pan) hasta hacer una sola pieza uniforme. Seríamos acaso diversos en el
carácter, pero seres con alma de una calidad a prueba de bomba. Un tipo de oro
macizo. Puro.
Este ser búnker metálico-moral que precedió al plástico capitalismo de
consumo propenso a la flexibilidad.
Los dos factores importantes del sistema de consumo, la novedad y la
flexibilidad, el fraccionamiento y la adaptabilidad se oponían a la integridad y
la inalterabilidad. Todo ser compacto pesa más e incluso repitiendo su ser se
hace mostrenco.
Este modelo es tótem en la cultura tradicional resulta tosco e inservible en
la cultura del cambio.
La máxima de ser igual a sí mismo, base de la honradez, será opuesta a la
novedad sin tregua para seguir el paso de la realidad cambiante.
Individuos y objetos dejan de ser in-divisibles y se hacen transformers
ya sea en las relaciones personales, en las laborales, en las morales.
La transformación, la actualización, la reinvención de sí mismo (y de las
cosas). Constituye el mandato de la época en busca de la supervivencia y la
adaptabilidad progresiva. Todo inmovilismo lleva antes al caos que el movimiento
en dirección imprevisible.
En vez de prestar devoción a lo ya conocido, la potencia se halla en lo
nuevo. La consideración positiva que se confiere a la innovación en todos los
ámbitos es consecuente, por tanto, con la inconsecuencia de las personas. Es
decir a su inestabilidad antes que a la permanencia de sus principios.
Las que vemos pues hoy como personas de mala calidad, gentes que, como los
objetos, no mantienen su composición deviene en la imposibilidad de fijar en
ellas la confianza y hace obsoleta o la fidelidad. Son el efecto, en suma, de la
movilidad incesante que exige la supervivencia. Para todos y para todo.
Pero ha de haber alguna explicación más.
Vicente Verdú, Móviles y móviles, El Boomeran(g), 30/01/2012
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