La bondat natural contra el nihilisme.
Louis-Ferdinand Céline |
Recuerdo un enunciado de Céline, el gran novelista francés –y también
execrable antisemita–: “La moral de la Humanidad a mí me la trae floja; como a
todo el mundo, por cierto.” Y no tan lejos del escritor pronazi, aunque con
gesto de displicente dandismo, la presente ingravidez posmoderna: “Poco se
entiende de la condición humana si se juzga en los términos de bien y mal. El
peso del mal, el peso del bien, el peso de la justicia. Todo acercamiento de
este estilo termina, como sería fácil de esperar, cayéndose por su propio
peso.”[2]
A una posición como la de Céline podemos llamarla
nihilismo, en una de las acepciones del término: la doctrina según la cual no
existen los valores. El ser es, pero ¿alguien palpó alguna vez un “deber
ser”?
Ahora bien: en un nivel muy básico, es obvio que existen los valores– no sólo
para los seres humanos sino para todos los seres vivos. En efecto, en todos los
seres vivos –desde la ameba a la Duquesa de Alba– hallamos tendencias
preferenciales ancladas en su naturaleza biológica. Como nos sugiere Javier
Echeverría, “la vida, la supervivencia, el crecimiento y la reproducción no sólo
son bienes (o males) para nosotros, sino también para las especies que pueblan
la biosfera.”[3]
En el mundo animal hay –encarnados en cuerpos– valores naturales, que son
anteriores a los valores morales, religiosos, estéticos… El filósofo vasco ha
desarrollado una notable axiología naturalizada y empírica, según la cual “en la
naturaleza proliferan los valores”. En efecto, “en el mundo animal, los valores
básicos tienen una expresión orgánica”: los órganos corporales permiten el
ejercicio de las capacidades propias de cada especie, y así la satisfacción de
valores básicos. Y de hecho, no sólo en el mundo animal sino para todo ser vivo.
Pensemos en el fototropismo de las plantas…
Volvamos al mundo humano. Pensemos en algo tan característico como el apetito
humano por la sal. Se explica evolutivamente, como adaptación darwiniana:
durante decenas de miles de años el cloruro de sodio –que nuestro organismo
necesita– escaseaba en nuestra dieta, de manera que la selección natural nos fue
dotando de este apetito… ¡que hoy resulta contraproducente (mal-adaptación)! La
ingesta excesiva (consumo promedio de unos 10 grs. al día en Gran Bretaña,
cuando no debería superar los 5 grs.), en condiciones ambientales de abundancia
de sal, indudablemente nos enferma (hipertensión, infartos de miocardio,
accidentes cerebrovasculares, enfermedades renales, etc.).
Así que cabe pensar en la sal como bien humano, y en la búsqueda de sal como
valor (¡aunque sin excesos! Tirando de este hilo llegaríamos a la importante
reflexión de Herbert Simon sobre racionalidad acotada)[4].
Bueno, quizá no sea un ejemplo muy impresionante de valor, pero no cabe duda de
que está ahí. ¡Existen los valores –al menos en el modesto sentido de
tendencias preferenciales ancladas en nuestra naturaleza biológica! Así que el
nihilismo ha de referirse a otra cosa…
Lo que la gente como Céline sostiene acaso es que no existen los valores
“elevados”: quizá esa “moral de la Humanidad” que se la trae floja alude a
valores como la benevolencia generalizada, el amor al extraño, la justicia… El
caso es que aquí se mezclan varios debates: sobre egoísmo psicológico y egoísmo
ético, sobre subjetivismo y relativismo moral, quizá también sobre determinismo
y fatalismo…[5]
Sólo una mínima indicación ahora: a mi juicio, el nihilismo es una forma de
extremismo del Todo o nada. Pide Valores Absolutos (con muchas mayúsculas)
descolgados de alguna suerte de cielo platónico, o nada. Se trata de variantes
del dostoievskiano “si Dios no existe, todo está permitido”.
Pero en cuanto esa falsa dicotomía se desestima, nos encontramos en un mundo
vivible –aunque sea un mundo trágico. Que no exista la Justicia Absoluta no
quiere decir que las luchas históricas, concretas, encarnadas por lograr algo de
justicia (con minúscula) carezcan de sentido… sentido que precisamente sería la
construcción común que va emergiendo (o no) de esas luchas, sin ninguna
esperanza de victoria.
En el Mahabharata, epopeya mitológica de la India (originada
aproximadamente en los siglos IX-VIII AEC), leemos una buena historia sobre la
concepción trágica de la existencia. (Ésa que no ignora, ni trata de olvidar,
que los seres humanos nos hallamos en vilo sobre un abismo –sin fundamentos
últimos).
“Un hombre solo se adentra en un bosque oscuro y poblado por animales
feroces. (…) Una mujer de ojos rojos vigila todas las cosas que van, cada una a
su ritmo, hacia un fin inevitable. El hombre tiene que pasar por ese bosque. De
repente oye aullidos de fieras, y le entra miedo. Corre aturdido y cae en un
pozo negro. Consigue de milagro agarrarse a unas raíces enredadas en el borde
del agujero. Siente debajo de él, en el fondo del pozo, el aliento cálido de una
enorme serpiente que abre las fauces. Ve que va a caer, y que lo devorará la
espantable criatura. Por encima, derribando los árboles, aparece un elefante
gigantesco que levanta la pata para aplastarlo. Surgen también unas ratas
blancas y negras que se ponen a roer las raíces a las que está agarrado. Y en
ese preciso instante unas peligrosas abejas vuelan sobre el agujero, y dejan
caer unas gotitas de miel.
Entonces el hombre suelta una de las manos y extiende el dedo lentamente, con
mucha precaución. Extiende el dedo para recoger las gotas de miel.”[6]
[1]
Antonio Diéguez, “Nihilismo darwinista”, publicado en 2009 en Teorema
Vol. XXVIII/2, 2009, pp. 215-221.
[2]
Vicente Verdú, “La confusión ilumina, la claridad mata”, El País, 4 de
marzo de 2010.
[3]
Javier Echeverría, Ciencia del bien y del mal, Herder, Barcelona 2007,
p. 37.
[4]
Herbert A. Simon, Models of Bounded Rationality, Cambridge (Mass.), MIT
Press 1982. En nuestro país, Javier Echeverría y J. Francisco Álvarez andan
estos últimos años formulando propuestas en esta dirección, y preparan un libro
conjunto sobre la racionalidad valorativa (El tejido de la
racionalidad, de próxima publicación).
[5]
Una buena introducción a estos debates en Simon Blackburn, Sobre la bondad.
Una breve introducción a la ética, Paidos, Barcelona 2002, p.
23-92.
[6]
Lo cuenta Jean-Claude Carrière en El círculo de los mentirosos –Cuentos
filosóficos del mundo entero, Lumen, Barcelona 2000, p. 95.
Jorge Reichmann, Sobre nihilismo y apetito por la sal, tratar de comprender, tratar de ayudar, 28/12/2011
Jorge Reichmann, Sobre nihilismo y apetito por la sal, tratar de comprender, tratar de ayudar, 28/12/2011
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