Neuroteologia.
En España, el libro del biólogo Ramon M. Nogués Dioses, creencias y
neuronas (ed. Fragmenta) intenta poner el tema al alcance del gran público.
Nogués, defensor de este tipo de estudios, no ve sin embargo atinada la
denominación neuroteología. Procedente de las voces griegas theos
(Dios) y logos (estudio), la teología es la disciplina consagrada
al estudio de Dios y de sus atributos y perfecciones. Por tanto, la
neuroteología "equivaldría a investigar si el cerebro capta a Dios, cuando Dios
no es captable –alerta Nogués–. En cambio, la ciencia neurológica sí es
competente para el estudio de la religión, que es una actividad humana, pues su
objetivo es ver qué ocurre en el cerebro en las actividades humanas".
Nogués juzga más acertado hablar de neurorreligión, "una más
de las palabras que han entrado en lo que Francisco Mora llama neurocultura".
Mora, fisiólogo de la Universidad Complutense y autor en el 2007 del libro
Neurocultura, una cultura basada en el cerebro (ed. Alianza), sostiene
que "todas las culturas son un producto del funcionamiento último de nuestro
cerebro y de los códigos que lo gobiernan", y que "la neurocultura es una
reevaluación crítica de las humanidades desde la perspectiva nueva de la
neurociencia", según explica por correo electrónico desde la Universidad de Iowa
(Estados Unidos), donde se halla como profesor visitante. Brotan así otros
enfoques: neuroética, neuroestética, neuropolítica, neuroeconomía... y también
neurorreligión.
Yendo al meollo, ¿qué pasa en el cerebro de una persona cuando reza o medita?
"Hay una amplia red de estructuras implicadas –responde por e-mail desde
Filadelfia el doctor Andrew Newberg, autor del libro Principles of
Neurotheology, publicado en septiembre en Estados Unidos–. Están el lóbulo
frontal, que nos ayuda a focalizar la mente en la oración; el sistema límbico,
que permite experimentar emociones poderosas; y los lóbulos parietales,
involucrados en nuestro sentido de nosotros, y en su orientación en el espacio y
el tiempo".
Resultado de esa actividad cerebral: "Dependiendo de la experiencia concreta,
esas áreas pueden encenderse o apagarse –aclara Newberg–. Así, los lóbulos
parietales pueden apagarse cuando una persona experimenta una pérdida del
sentido de sí misma, o experimenta un sentido de unicidad con Dios". Newberg
llegó a esas conclusiones tras escanear cerebros de monjas rezando y de budistas
meditando, y tras investigaciones realizadas años atrás junto al fallecido
psiquiatra estadounidense Eugene D'Aquilli.
Las sustancias químicas explican muchas cosas. "La dopamina está implicada en
lo agradable, y la serotonina inhibe algunas estructuras del lóbulo temporal
–aclara el fisiólogo Francisco J. Rubia, autor de La conexión divina. La
experiencia mística y la neurobiología, editado en el 2002 por Crítica–. Cuando
la serotonina deja de inhibir la dopamina, se produce una liberación de
dopamina, y eso da una sensación de placer y bienaventuranza".
Más aún, añade Rubia: las experiencias místicas suelen venir por estrés
(ayuno prolongado, privaciones sensoriales, retiro al desierto...), y el estrés
produce una liberación de endorfina, otra sustancia que contribuye al bienestar.
Resultado: esa paz del alma que experimentan quienes tienen convicciones
religiosas profundas y rezan con devoción. Hay, claro está, vivencias extremas,
como las de algunos grandes personajes de la historia de las religiones, que
muchos expertos vinculan a la epilepsia. Sería el caso de santa Teresa de Jesús,
de san Pablo o de Mahoma.
Para Rubia, ahora profesor del Colegio Libre de Eméritos, la voz
neuroteología no es correcta. "La neurociencia no puede aceptar como hipótesis
la existencia o la no existencia de seres sobrenaturales, al ser una hipótesis
que no se puede comprobar ni falsear –alerta–. La neuroteología implicaría
buscar a Dios en el cerebro, cuando se trata de buscar la espiritualidad en el
cerebro". Francisco Mora, también autor de El dios de cada uno (ed.
Alianza, 2011), señala que en estos estudios "hay muchos sentimientos
encontrados" y concluye: "De lo que cabe poca duda es de que nos hallamos en
esos prolegómenos de la era de la posreligión, desde donde se avizora que la
religiosidad será concebida con recogimiento, pero con un destierro,
posiblemente, de lo sobrenatural".
También Newberg arguye que la naciente disciplina no debe considerarse "como
una búsqueda de Dios en el cerebro, sino sobre cómo religión y cerebro
interactúan". Según él, el lado neurológico debe incluir neurociencia, genética,
medicina, antropología, psicología y ciencias sociales; y la parte teológica,
espiritualidad, religión, teología y filosofía. Según los expertos consultados,
la gente de fe suele interpretar esas estructuras cerebrales espirituales como
un resorte colocado ahí por Dios, y los no creyentes tienden a sostener que la
neurobiología explica emociones humanas, entre ellas la religiosa. Pero no
siempre. Dice Mora: "Incluso ha llegado a compartir mi visión de la
religiosidad, la religión y el cerebro un monje benedictino".
Comentaris