Degradació dels materials, degradació personal.


La vergonzosa conducta del capitán del Costa Concordia que abandonó el barco sin cumplir con sus deberes para el salvamento del pasaje es la metáfora viva de un naufragio de la condición actual de las personas. No todo el mundo es malo pero muchos han contraído el mal.

Alguna otra vez me he referido a este deterioro de la moral cívica o   personal. Una se encarama en la otra y juntas se hunden en un momento en que cumplir con la palabra, comportarse con dignidad, respetar a los demás y a sí mismo ha ido perdiendo importancia.

La pérdida de importancia de la integridad es la pérdida de importancia del mundo. Frente a la justicia la lenidad, frente a la honradez la trampa.  El peso que han perdido hoy casi todos los objetos conocidos,  desde el teléfono a la máquina del tren, se corresponde con la ligereza en que se tienen las categorías que antes pesaban tanto. Pesaban tanto como para cimentar  una personalidad respetable y contaban tanto como lo que ahora, como un patrimonio raro,  se llamaba la "reputabilidad".

Se llamaría así, dentro de lo económico, a la confianza que hoy, excepcionalmente, posee un banco o un político. Pero, en general, la "reputación" fue una condición que hace medio siglo decidía el destino de  las buenas relaciones, privadas o colectivas. 

Si la irresponsabilidad ha sustituido en buena medida al sentido del deber, la especulación ha hecho lo mismo con el sentido del crédito.

No hay producción en la especulación como no hay asiento en la firme personalidad del otro. De ello se deduce una malla social que se agujerea o deshilacha fácilmente y de cuyo desarreglo brotan individuos tarados. Tipos incapaces de responder ante su extraviada conciencia, siendo su conciencia el convenio con los demás. Sin ese acuerdo civilizado la comunidad se desciviliza o, justamente, se envilece.

Esta Gran Crisis llega a ser, por tanto, una crisis de civilización. Cada día que pasa  aumenta el número de gentes damnificadas por la causa primera del desastre. Una causa matriz que coincide con el desmantelamiento masivo de la moralidad pública y privada, privada y pública.

A la degradación general de los materiales, la mala calidad de los tejidos, la calculada obsolescencia de los aparatos o la artificial elaboración del pan, sigue, en coherencia, la pérdida de calidad de las personas. ¿Cómo no pensar, pues, que si el sistema ha colapsado es por efecto de sus materiales revenidos y los defectos de su infame construcción?

Vicente Verdú, La reputación que vuela, El Boomeran(g), 19/01/2012

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

"¡¡¡Tilonorrinco!!! ¡¡¡Espiditrompa!!!"