Com sorgeix l´ordre a la naturalesa?
(...) ¿Nos dirán los genomas cómo funciona un cuerpo, las neuronas cómo se cura un
desengaño, los mercados cómo se gobierna un pueblo? ¿O acaso el cuerpo, la mente
y la gente son más que la suma de sus partes en algún sentido que impida
deducirlos de éstas?
¿Emergerá de Internet un orden espontáneo, del 15M
una corriente de pensamiento político, de la ambición personal una sociedad
autoorganizada? Nada de eso parece fácil. Un sistema emergente no es una mera
suma de cosas, sino que de algún modo tiene que inventar un nivel de
organización para ellas: un nuevo todo coherente, una especie de nuevo
concepto.
Y sin embargo la emergencia es muy común en la
naturaleza. Ni el hidrógeno (H) ni el nitrógeno (N) huelen a amoniaco (NH3): el
olor a amoniaco es una propiedad emergente. Las leyes de los gases también lo
son, porque se deshacen cuando el sistema tiene solo unas pocas moléculas, y ni
siquiera tienen sentido cuando solo tiene una. De modo similar, los genes no
tienen más que cuatro compuestos químicos muy simples (las cuatro letras del
ADN, a, c, g, t), pero saber esto no ayuda mucho a entender cómo se reproducen
los seres vivos.
La propiedad emergente de los genes --la que permite a cualquier ser vivo
sacar copias de sí mismo-- es la afinidad selectiva (complementariedad, en la
jerga). En la doble hélice del ADN, si una de las hileras dice gagag, la otra
solo puede decir ctctc. De ahí que, si separas las dos hileras, cada una puede
reconstruir a la otra.
Los nanotecnólogos llevan unos años explotando la complementariedad del ADN
para diseñar nuevas estructuras microscópicas capaces de autoorganizarse, como
en esta imagen:
Quantitative prediction of 3D
solution shape and flexibility of nucleic acid nanostructures, NAR
Un
logro reciente muy notable es la capacidad de las ristras de ADN con secuencias
complementarias (como las gagag y ctctc de nuestro ejemplo, aunque algo más
largas) de formar espontáneamente un cristal líquido, el estado de la materia
con lo mejor de dos mundos --orden cristalino, libertad líquida-- en que se
basan las pantallas de las teles, los ordenadores y los teléfonos actuales.
Jugando con la secuencia de las ristras se pueden conseguir cristales líquidos
con nuevas propiedades, lo que ha convertido el viejísimo arte de escribir
frases de ADN en un epítome de la vanguardia tecnológica.
Y aún más notable es lo que acaba de descubrir el equipo de Noel Clark, del centro de
investigación en materiales de cristal líquido de la Universidad de Colorado en
Boulder: que no hace falta ningún humano que amañe las secuencias. El viejo y
honorable azar se basta por sí solo. Clark y sus colegas han sintetizado una
mezcla azarosa de todas las posibles ristras de 20 letras de ADN (attgactc...).
Pese a que la mezcla contiene un billón de secuencias distintas (4 elevado a
20), las ristras complementarias se las apañan, paso a paso en una jerarquía de
apareamiento creciente, para encontrar su camino hacia el cristal líquido.
Se trata de un caso palmario de orden emergente. Tal vez, después de todo, uno más de los que ya ensayó la naturaleza 4.000 millones de años atrás.
Javier Sampedro, ¿De dónde emerge el orden?, Simetrías, 12/91/2012
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