191: Paul Virilio, El accidente de los accidentes




El accidente es un milagro al revés, un milagro laico, un revelador. Inventar el barco es inventar el naufragio; inventar el avión es inventar el accidente aéreo; inventar la electricidad es inventar la electrocución … Cada tecnología lleva consigo su propia negatividad que aparece al mismo tiempo que el progreso técnico.
… hoy en día, las nuevas tecnologías como Internet han surgido de la revolución de las transmisiones. Provocan los accidentes inmateriales, infinitamente meno apreciables, a excepción del desempleo, que es una consecuencia de la automatización. Por tanto, se impone un trabajo sobre el accidente. El trabajo sobre la ciencia no puede desarrollarse más que por el trabajo sobre la negatividad. Pero la dimensión del accidente ha cambiado, y nos encontramos ante un accidente inaudito. Todos los objetos técnicos, sean cuales sean, inauguran accidentes específicos, locales y ubicados en el tiempo y en el espacio. El Titanic se hundía en un sitio, el tren descarrilaba en otro. Pero nosotros hemos creado, a través de la interactividad, las redes y la globalización que provoca la revolución de las transmisiones, la posibilidad de un accidente, no ya particular, sino general. ¡Se prepara así un accidente que tendría lugar por doquier a la vez! No es, en absoluto, una hipótesis catastrofista, es una realidad. El crack bursátil es una de las primeras imágenes de la misma. De hecho, “la interactividad es a la sociedad lo que la radioactividad es a la materia”. La radioactividad es un elemento constitutivo de la materia que puede destruirla por la fisión. La interactividad es de la misma naturaleza. Puede provocar la unión de l sociedad, pero encierra, en potencia, la posibilidad de disolverla y desintegrarla, esto a escala mundial. Nos encontramos ante un fenómeno original: la aparición del accidente de los accidentes. Es un fenómeno temporal que sólo tiene referencia en la filosofía del tiempo.
Para Epicuro, el tiempo es el accidente de los accidentes. Hemos puesto en práctica la velocidad límite de la luz con los mensajes, la interactividad y el teletrabajo. A partir de ahora, estamos engendrando un accidente de la misma naturaleza. Es un acontecimiento de envergadura que necesitaría más de una crítica.
Según el filósofo, la sustancia es absoluta y necesaria, mientras que el accidente es relativo y contingente. El accidente es, pues, lo que le ocurre fortuitamente a la sustancia, al producto o al objeto técnico recientemente inventado. Por ejemplo, el primer accidente del transbordador Challenger, … El accidente es, pues, lo que los científicos y los técnicos deben evitar a toda costa … En efecto, si ninguna sustancia puede existir en la ausencia del accidente, ningún objeto técnico puede desarrollarse sin generar a su vez “su” accidente específico: barco=naufragio, tren=descarrilamiento, avión =caída, etc.
El accidente es, pues, la cara oculta del progreso técnico y científico.
El riesgo no es, por tanto, el de un accidente local ubicado en un punto preciso sino un accidente global que afectaría, si no al planeta en su conjunto, al menos a la mayoría de las personas interesadas por estas teletecnologías.
Lo vemos con esta nueva noción de accidente general; no se trata en modo alguno del Apocalipsis, sino meramente de la imperiosa necesidad de anticipar racionalmente este tipo de catástrofe en la que la interactividad de las telecomunicaciones reproduciría los estragos de una radioactividad mal dominada -véase el caso de Chernobil.
(89-91)

Paul Virilio, El cibermundo, la política de lo peor, Cátedra, Madrid 1999

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