167: Santiago Alba Rico, ¿Qué es lo esencial?







… la poesía se ocupa siempre de lo esencial: la tierra, el aire, el fuego, el agua, el pan, el amor, la muerte. En su sequedad administrativa, los últimos decretos son los más poéticos de la historia reciente de España. En cuanto al subversivo, atañe al hecho de que, más allá de su definición, la pregunta misma por “lo esencial” impugna el mundo en que hasta ahora nos movíamos como peces en las nubes: un capitalismo que explota todo por igual, incapaz de hacer distinciones entre el trigo y los misiles y que no contempla nunca en sus balances, por evocar al olvidado Bataille, el “gasto improductivo”. Para el Mercado todo es imperativamente funcional: vender coches de lujo no es un lujo, sino una necesidad económica. En este sentido, puesto que impide plantear la pregunta por lo esencial, el Mercado, con su profusión indiscriminada de objetos de consumo, impide también, paradójicamente, los lujos: todo lo que hacemos tiene ya, tanto en el espacio de la producción como en el tiempo del ocio, significado económico.
Preguntarse por “lo esencial” en condiciones de excepcional vulnerabilidad es cuestionar la normalidad del capitalismo. Si todo es esencial (para el Mercado), nada hay esencial (para los hombres) y el hombre mismo se vuelve inesencial. Y al revés: si nada es esencial (para el Mercado), todo se vuelve esencial (para los hombres) y la superfluidad misma, con sus desigualdades mortales, se vuelve imprescindible. Esto era así hasta que una situación de repentina fragilidad global, asociada a la contingencia de un virus, nos ha revelado la diferencia al mismo tiempo que nos obliga a definir las pocas cosas realmente esenciales. En un libro de 2007 acuñé esta sintética fórmula para expresar la aceleración antropológica del consumismo: “Poco es bastante, mucho es ya insuficiente”.
Ahora que una catástrofe colectiva ha obligado al Gobierno a definir filosóficamente lo esencial —contra la lógica del Mercado— nos encontramos en una situación de hecho en la que, reducidos a la poquedad superviviente, echamos de menos cosas esenciales no recogidas en el decreto o a las que nos obliga a renunciar el decreto. El fútbol, sin el cual no podíamos vivir, ha dejado de ser esencial, y también el viaje turístico o las orgías de Ikea. El Gobierno garantiza lo esencial: alimentación, salud, comunicación. En esas condiciones descubrimos que hay otras no menos esenciales en las que no habíamos reparado: una vivienda digna, la calle, el sol, el aire limpio, la compañía del otro. Hasta los niños, desesperados por el amor exclusivo de los padres, descubren ahora como “esencial” la escuela.
El confinamiento nos ha llevado a plantear por primera vez la pregunta: ¿qué es lo esencial? Cuando se levante y volvamos a la normalidad sanitaria, habrá que pensar también, ahora que más o menos conocemos lo esencial, en lo necesario y en lo importante, porque la nuda vida no es suficiente. ¿Más igualdad o más riqueza “general”? ¿Más democracia o más seguridad? ¿Más Derecho o más identidad?
https://elpais.com/elpais/2020/04/14/opinion/1586878609_716075.html?fbclid=IwAR2by0VFcIEuciFTzo4yQCprhYWcTIErz5aOCeUDm4Gqn11a19wxKBp7AUU

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