162: Leonardo Diaz, Pandemia e injusticia hermenéutica





En la definición clásica de Fricker (2007), la injusticia hermenéutica acontece cuando una persona es incapaz de interpretar sus propias experiencias sociales debido a una indisponiblidad de conceptos para interpretarlas. El ejemplo por excelencia es el de una mujer que, experimentando hostigamiento sexual en el trabajo, a inicios de los años 60, no disponía del concepto de “acoso laboral” para explicarse a sí misma y, a los demás, lo que sufría.
Desde la primera definición de Fricker ha existido un extenso debate, incluyendo a la misma autora, que ha ampliado el concepto de injusticia hermenéutica intentando captar la gran variedad de expresiones que se derivan de la misma.
Por ejemplo, Rebecca Mason, en un artículo del año 2011, “Two Kinds of Unknowing”, establece tres casos donde se producen modalidades de injusticia hermenéutica:
·      En circunstancias donde se silencian las experiencias sociales de los grupos socialmente excluidos por los discursos de los grupos dominantes en una determinada sociedad.
·      En situaciones donde los grupos socialmente dominados, aún disponiendo de los recursos interpretativos para comprender sus experiencias sociales, se encuentran en situación de marginación ante la falta de reconocimiento y de respeto de esos recursos por parte de los grupos que disponen de la autoridad epistémica de la sociedad.
·      En circunstancias donde a los grupos socialmente subordinados se les clausuran los mecanismos para accesar a la información que requieren para interpretar sus experiencias. (Aislamiento epistémico).
En la primera situación, los significados que generan las experiencias humanas condicionadas por la educación, la clase, el entorno y las interacciones sociales, resultan acalladas e ininteligibles para sus propios protagonistas, quienes, no solo carecen de los recursos hermenéuticos para interpretar lo que les pasa, sino que, con frecuencia, interpretan sus experiencias a través del filtro de los discursos predominantes, usualmente ajenos a sus vidas cotidianas.
En el segundo caso, quienes sufren una situación de marginación, de exclusión o de algún tipo de violencia (económica, social, psicológica, moral, epistémica), con la ayuda de movimientos civiles o grupos organizados defensores de los derechos humanos y sociales, han desarrollado un conciencia de su situación y van adquiriendo los recursos hermenéuticos para comprenderse y fijar posturas críticas con respecto a los discursos dominantes, pero su situación de exclusión social los estigmatiza y deslegitima con respecto a los discursos epistémicos provenientes de los sectores que portan el prestigio de la sociedad.
Finalmente, la tercera situación alude a como, en una sociedad autoritaria, los sectores de poder y el Estado controla información relevante para dotar de significado las experiencias de la ciudadanía, pero la misma queda asilada de esa información con todas sus implicaciones negativas para asumir posturas de decisión razonables.
Estas tres modalidades de injusticia hermenéutica se nos revelan de modo acentuado ante nuestros ojos en esta situación de pandemia. Desde las mujeres y hombres incapaces de interpretar sus experiencias de modo que les ayude a remediar las distintas circunstancias de violencia que viven, subrayadas por un estado de excepción; pasando por aquellos que más conscientes, intentan resistir pero son desacredidatos y silenciados en los espacios públicos; hasta todos, ciudadanos de todos los estratos, que sufrimos el sesgo de la manipulación informativa, la ocultación de los datos, o la lectura sesgada de los mismos en los discursos oficiales.
Estas expresiones de la violencia y la dominación exponen la necesidad de  afrontar la pandemia, no solo como un fenómeno clínico, sino también como un fenómeno social que acentúa desigualdades epistémico-sociales que conforman la “normalidad”. Se ha repetido muchas veces que un fenómeno como el COVID 19 no discrimina. Si se quiere decir con ello el mensaje pueril de que los virus no tienen conciencia y pueden afectar a cualquiera, vale. Pero hay en ella un significado nada banal y más problemático: que a todos nos ataca por igual de la misma manera. No es así. Afecta de modo desigual a quienes ejercen la injusticia hermenéutica y a quienes la sufren.

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