158: Daniel Gascón, El poder que cedes es poder que concedes





La pandemia permite que aceptemos una intervención del Estado en nuestras vidas que no habríamos tolerado en condiciones normales. Cumplimos las restricciones y hablamos de pasaportes biológicos, de geolocalización, de cooperación entre empresas y Gobiernos para seguir nuestros movimientos. A fin de cuentas, es por nuestro bien. Es comprensible, pero no está de más cierta cautela. El poder es invasivo y siempre asegura tener buenas intenciones: a veces hasta se lo cree. La autoridad en problemas busca cortinas de humo y chivos expiatorios. Se extiende: eso no aumenta su eficacia, pero le da cierta ilusión de control (y, con una alarma, también los ciudadanos suelen pedir más control).
El poder que cedes es poder que concedes, dice el politólogo John Keane, y el poder al que renuncias no se recupera con facilidad. Lo que se admite en una situación excepcional se convierte en una nueva normalidad. Al final, un simulacro de sentido común naturaliza lo que parecía intolerable: no nos hemos inmunizado contra ese otro virus, sino que lo hemos convertido en parte de nosotros

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