Llibertat és escollir les teves cadenes.
Para mucha gente, la reducción de la libertad a esa caricaturesca «libertad para ir de cañas» en tiempos de pandemia coronavírica ha supuesto un estímulo para reflexionar sobre lo que llamamos libertad. ¿Qué quiere decir libertad en un mundo de múltiples determinaciones, y donde —como los agentes morales que somos— estamos sujetos a muchas responsabilidades? Pero por otra parte, ¿no estaremos viviendo en un mundo determinista, y quizá nos engañamos al plantear las preguntas anteriores? En particular, ¿los avances recientes en neurociencia no mostrarían que la libertad es una ilusión? Interrogantes semejantes nos asaltan cuando nos asomamos al problema filosófico de la libertad humana, que recorre la entera historia del pensamiento y que probablemente nos acompañará mientras sigamos existiendo como seres humanos.
Necesitamos, en primer lugar, deshacernos del espectro de un determinismo fuerte (fatalismo) que anularía la libertad humana; y también, en segundo lugar, desarrollar un concepto de libertad política adecuado a la época histórica absolutamente excepcional que estamos viviendo, determinada por fenómenos como la extralimitación ecológica, la tragedia climática, la crisis energética, la amenaza de guerra nuclear o la Sexta Gran Extinción.
En Más allá del bien y del mal, Nietzsche nos describe «bailando con cadenas». Es una buena imagen de la libertad humana: ser capaces de bailar encadenados… Si el pensador alemán, por lo que sea, nos resulta antipático, se puede decir de manera más desenfadada con la cantante Concha Buika: «Somos dependientes del aire, de la comida, de que alguien nos toque para sentirnos vivos. Pero a partir de que eliges de qué quieres depender, resulta más liviano. Libertad es elegir tus cadenas». («Libertad es elegir tus cadenas» (entrevista), El País, 20 de junio de 2021)
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