L'evolució de la meritocràcia (Emmanuel Todd)








Hay que contar la historia de esta palabra. La inventó un genial sociólogo inglés, Michael Young, que creó el concepto e hizo a la vez la crítica del mismo. Escribió en 1958 un librito, The Rise of the  Meritocracy, que se presenta como una novela de ciencia-ficción escrita en 2033 que anticipa la deriva del sistema. Al comienzo, la meritocracia es genial, tiene usted razón, es republicana, respeta la igualdad de oportunidades. Es progresista, y por tanto formidable…Salvo que, si se aplica el concepto a fondo, al cabo de un cierto tiempo, se tiene un sistema escolar que escoge a la gente en función de su inteligencia y se obtiene una sociedad de jerarquías con sello oficial. La gente de arriba puede sentirse intrínsecamente superior. Los de abajo ya no son parte de un proletariado explotado, nacidos mal “por azar”: han pasado por una máquina que les ha metido en la cabeza que eran inferiores. Por tanto, se obtiene con la meritocracia un sistema de desigualdad con una gran estabilidad ideológica y mental. 
 
Pero Young es todavía más genial cuando nos lleva a prever la deriva del sistema. Las primeras generaciones meritocráticas se niegan a someter a sus hijos al juego implacable de la clasificación social y hacen de todo para protegerlos. Desarrollan estrategias para evitarlo, pagándoles estudios que tienen en cuenta lo menos posible su nivel intelectual real. Racionamiento y selección con certificado de conformismo acaban por bloquear la máquina meritocrática. Cada vez más, gente verdaderamente inteligente, rebeldes al orden intelectual establecido, hombres de ideas, no pueden ya cursar estudios superiores y se acumulan en lo más bajo o en medio de la sociedad para convertirse en cuadros de la revolución futura. Ya ve usted, soy un optimista. No se detiene la historia.          

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