De l'angoixa a l'esperança.
La existencia no puede acceder a posibilidades ontológicas que todavía no hay y que son solo venideras. No es capaz de elevarse por encima de lo que ya ha sido.
La angustia constriñe radicalmente el campo de posibilidades, dificultando así el acceso a lo nuevo, a lo que todavía no es. Ya por este motivo se opone a la esperanza, que agudiza el sentido para captar lo posible y desata la pasión por lo nuevo, por lo totalmente distinto. Una analítica existencial que en lugar de basarse en la angustia lo hiciera en la esperanza se encontraría con una constitución totalmente distinta de la existencia, y hasta con un mundo distinto.
El desmoronamiento de todas las instancias que infunden sentido y dan orientación se manifiesta como angustia.
La esperanza no saca sus fuerzas de la inmanencia del yo. Su centro no es el yo. Quien tiene esperanza, está camino del otro. Cuando uno tiene esperanza, confía en algo que lo trasciende. En eso la esperanza se parece a la fe. La instancia de lo distinto como trascendencia es la que me alienta en medio de la desesperación absoluta, la que me capacita para levantarme en el abismo. Quien tiene esperanza es sostenido por algo distinto. Justamente por eso cree Havel que la esperanza tiene su origen en la trascendencia y viene de la lejanía.
Quien tiene esperanza no pretende en principio alcanzar nada concreto. En cambio, el deseo o la expectativa siempre se refieren a un objeto concreto. Por eso, podemos pensar en una persona esencialmente esperanzada. Por el contrario, sería absurdo que un sujeto fuera esencialmente expectante o desiderativo sin referencia a nada concreto, ya que la expectativa y el deseo no son estados de ánimo ni, por tanto, estados ontológicos.
Byung-Chul Han, El espíritu de la esperanza, ethic.es 05/09/2024
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