Fer-se el boig.


¿Cómo se divertían los locos en los tiempos en que había locos y en que la gente se divertía? Se burlaban de todo y de todos, no les importaban las normas ni las conveniencias. Hablaban alto, se reían sin motivo. Escapar de los lugares fijos, ese era su destino. Podían atropellar a la gente y las costumbres. Nómadas, transgresores, recorrían caminos y ríos, vagaban entre las buenas costumbres y las obligaciones. Se les veía derribando imágenes pías, parodiando los sacramentos, burlándose de la autoridad de la santa Iglesia.

Haz tú lo mismo. Claro está que ya no tenemos ríos o carreteras donde se reúnan esas cohortes vociferantes. Si hoy en día intentaras tal expedición, pronto te encerrarían. Hay que encontrar otra cosa. Intenta, pues, ser crítico, cronista, escritor, novelista, artista, cineasta, músico, titiritero, algo así. Algo sencillamente desplazado. Haz lo posible por perturbar su época. No sueñes con darle la vuelta a la historia, pero siembra pequeñas discordias allí donde estés. Desorganiza los planes, crea lo inesperado, deshaz las previsiones. Pasa con obstinación por la sociedad sin obedecer, en el fondo.

Sin duda tienes que someterte a unas consignas, a unos poderes. Es muy posible que tengas que arrastrarte, por prudencia, por cobardía, o hasta por mera adulación, ante algún poderoso que otro. Dite a ti mismo que eso no tiene ninguna importancia. Puedes agachar la cabeza, por táctica, a veces, si estás seguro de que dentro de ti, definitivamente, hay algo que no se doblega nunca.

Mantén con cuidado, y a largo plazo, tu espacio de maniobra. Aprende a actuar de soslayo. Maniobra como el alfil en el ajedrez: aparece sistemáticamente en una casilla en diagonal. Practica el paso ladeado, el paso de cangrejo, los atajos. Día a día, sin violencia. Acostúmbrate a buscar, para toda pregunta, la respuesta más incongruente, la que parezca menos conveniente. De vez en cuando llévala a la práctica. Y observa qué resultado tiene.

Lo que cuesta más, y más tiempo, para hacer el loco es llegar a considerar que no hay en verdad nada que sea serio. En el horizonte está ese punto donde todo, absolutamente todo, se vuelve en cierto modo risible: la existencia, la muerte, la humanidad, el amor, el universo, las hormigas, la escritura, el dinero, los trabajos, los cuerpos, el pensamiento, la política. Entre otras cosas. Sin olvidar la risa misma, la diversión, los locos.


Roger-Pol Droit, 101 experiencias de filosofía cotidiana, Blackie Books, Barna 2014


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