Fer-se el boig.
Haz tú lo mismo. Claro está que ya no tenemos ríos o carreteras donde se
reúnan esas cohortes vociferantes. Si hoy en día intentaras tal expedición,
pronto te encerrarían. Hay que encontrar otra cosa. Intenta, pues, ser crítico,
cronista, escritor, novelista, artista, cineasta, músico, titiritero, algo así.
Algo sencillamente desplazado. Haz lo posible por perturbar su época. No sueñes
con darle la vuelta a la historia, pero siembra pequeñas discordias allí donde
estés. Desorganiza los planes, crea lo inesperado, deshaz las previsiones. Pasa
con obstinación por la sociedad sin obedecer, en el fondo.
Sin duda tienes que someterte a unas consignas, a unos poderes. Es muy
posible que tengas que arrastrarte, por prudencia, por cobardía, o hasta por
mera adulación, ante algún poderoso que otro. Dite a ti mismo que eso no tiene ninguna
importancia. Puedes agachar la cabeza, por táctica, a veces, si estás seguro de
que dentro de ti, definitivamente, hay algo que no se doblega nunca.
Mantén con cuidado, y a largo plazo, tu espacio de maniobra. Aprende a
actuar de soslayo. Maniobra como el alfil en el ajedrez: aparece
sistemáticamente en una casilla en diagonal. Practica el paso ladeado, el paso
de cangrejo, los atajos. Día a día, sin violencia. Acostúmbrate a buscar, para
toda pregunta, la respuesta más incongruente, la que parezca menos conveniente.
De vez en cuando llévala a la práctica. Y observa qué resultado tiene.
Lo que cuesta más, y más tiempo, para hacer el loco es llegar a considerar
que no hay en verdad nada que sea serio. En el horizonte está ese punto donde
todo, absolutamente todo, se vuelve en cierto modo risible: la existencia, la
muerte, la humanidad, el amor, el universo, las hormigas, la escritura, el dinero,
los trabajos, los cuerpos, el pensamiento, la política. Entre otras cosas. Sin
olvidar la risa misma, la diversión, los locos.
Roger-Pol Droit, 101
experiencias de filosofía cotidiana, Blackie Books, Barna 2014
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