Creativitat i primatologia.
Un macaco lavando una patata en el agua antes de comérsela. EM |
¿Por qué algunas ideas se difunden y otras no siendo igual de buenas? Llevaba semanas intrigado, acostándome de madrugada y leyendo sin parar. Me sentía inquieto pensando sobre uno de los problemas que más afectan a nuestra sociedad: la innovación y la difusión al resto del grupo de las mejoras que alguien inventa.
Compartir el conocimiento es importante porque el resto se beneficia, y ahí está la clave para salir de las crisis. Por eso, cuando me enteré de un día para otro, que el el ilustre primatólogo japonés de la Universidad de Kyoto Tetsuro Matusuzawa iba a visitar París próximamente, me lancé a su encuentro. El motivo de su visita era la inaguración de una magnífica exposición dedicada a los grandes simios, dirigida por Sabrina Krief. Matsuzawa es un experto en cultura animal porque lleva estudiando a los cinco grandes simios durante más de treinta años, tanto en laboratorio como en libertad. Algo que le hace único.
Así que no me lo pensé dos veces. Hice las gestiones y cogí mi mochila con destino al aeropuerto. Compré un billete de avión con destino París y allí me presenté para tener un diálogo con él sobre estos temas.
Para los expertos en conducta animal japoneses, sentirse identificado con los animales no supuso nunca un problema. En la tradición zen budista que practican y en cuya filosofía creen, todos se reencarnarán en animales. Por lo tanto, no hay una separación radical entre los mundos animales y humanos, como sí ha existe en el cristianismo donde los animales ni siquiera van al cielo. De hecho, Matsuzawa no tuvo complejos para acicalarme, vocalizar como un chimpancé cuando realizan esta actividad e incluso gritar haciendo un pant-hoot, que dejó a los franceses del parque que nos rodeaban alucinados.
La naturalidad y frescura con la que hablan de los animales salta a primera vista. Además, tienen primates en el mismo Japón. Macacos más concretamente. Sólo había que subir un poco las montañas o remar a islas cercanas para observarlos. De hecho, ellos descubrieron el primer caso de innovación y difusión de la historia en el año 1953, mucho antes que los descubrimientos de Jane Goodall. El caso más paradigmático es el de los macacos japoneses de isla de Koshima.
Matsuzawa me contó que en esta isla, un par de veces a la semana unos cuidadores aprovisionan a los macacos con trigo y patatas. Un día, se observó a una joven hembra llamada Imo, transportar patatas hasta un arroyo de agua dulce cercano para lavarlas y hacer desprender la arena que daña los dientes. En tres meses, su madre y sus hermanas ya habían adoptado idénticos patrones. La técnica se fue trasmitiendo de jóvenes a mayores hasta que se extendió a casi todo el grupo.
Los adultos dominantes fueron los últimos en aprender, de lo que deducimos que el rango y estatus también influyen en su adquisición. La razón puede ser que la transmisión del conocimiento depende del tiempo que los individuos pasan juntos, observándose como hacen un maestro y su aprendiz. Los machos de macacos suelen ocupar zonas periféricas y apartadas, lo que sin duda dificulta el aprendizaje. Lo mismo sucede en humanos con directivos o jefes que no dejan que sus subordinados anden cerca, impidiendo de esta manera el verdadero aprendizaje.
Pero por encima de todo, "La imaginación nos hizo primates primero y humanos después, Pablo", dijo Matsuzawa. En definitiva, poder soñar despiertos.
Esa ilimitada capacidad de irnos con la mente hacia atrás en el tiempo y proyectarnos hacia el futuro, años hacia delante, del mismo modo marca diferencias aunque esté presente en pequeños grados en otros animales. Ellos viven más en el presente. Se trata de la misma imaginación que nos permite también inventar artefactos, herramientas o útiles de cualquier otro tipo. Pero del mismo modo imaginar innovaciones sociales: nuevas maneras de organizarnos o comunicarnos.
También quise preguntarle por el duelo que sufren los chimpancés cuando muere un ser cercano y por qué algunas comunidades de esta especie parecen sufrir más que otras. "En la cultura está la respuesta", me confesó personalmente. Para explicarlo, me habló de los diferentes sentimientos que se manifiestan en un funeral en Korea y Japón. En Korea, por ejemplo, lloran sin parar. En cambio, en Japón, todos se controlan y es raro que se derramen lágrimas. Es la cultura la que modifica la expresión de los sentimientos y él cree que en chimpancés también sucede lo mismo.
Para terminar, Matsuzawa y yo nos saludamos como lo hacen diferentes culturas: primero cuatro besos en honor a Francia, luego dos por España y finalmente nariz contra nariz, como hacen los Inuit, o los legendarios gnomos.
Pablo Herreros, La imaginación al poder, Yo, mono, 25/04/2015
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