El burka i l´amenaça a la societat pluralista.


Muchos de los que están obligados por razones socioeconómicas a convivir con los inmigrantes tienden a percibirlos como un peligro. Los recién llegados visten, comen o tienen costumbres que, por desconocidas, generan lógica extrañeza en los autóctonos. Una extrañeza que se dobla en miedo e incertidumbre ante la rapidez y la masificación de un fenómeno que ha cambiado sus escenarios cotidianos. Mientras unos hablamos de estos temas en teoría (después de obtener de los inmigrantes, generalmente, grandes beneficios: cuidados para nuestros ancianos o limpieza de nuestros baños, sin ir más lejos), otros perciben las costumbres de los inmigrantes como expresión visible y explícita de una competición a la que deben enfrentarse, quiéranlo o no, sea en el mercado laboral, sea en la vida social (las escuelas, los centros asistenciales, las plazas, las escaleras de vecinos).

Pero no todos perciben a los recién llegados como iconos de una nueva y dura competición. Al contrario: no son pocos los que se enfrentan incluso al burka o el niqab como si se tratara de un espectáculo exótico, de un desfile de moda étnica. Con una actitud entre embelesada y paternalista, abanderan el relativismo cultural mientras redactan un nuevo capítulo del mito del buen salvaje. Un mito que, como explica en su libro Ferran Sáez Mateu, avanzó en Europa, en paralelo a la Ilustración y al progreso técnico-científico, como expresión de la nostalgia de lo ancestral. De manera que, mientras en nuestras sociedades es muy frecuente el desprecio de lo tradicionalmente autóctono, son reverenciadas las tradiciones procedentes de un mundo supuestamente más auténtico.

Hay que sortear una colección de prejuicios y tópicos para llegar al dilema principal. ¿La prohibición de estas prendas servirá para agravar el conflicto de civilizaciones o, por el contrario, se inserirá en una política de acogida inteligente que tienda a salvar escollos y a fomentar la integración? ¿Prohibir estas prendas es un acto finalista o se incardina en una política de fomento del islam moderado?

(...)  En el fondo de la cuestión del burka, está el mayor interrogante cultural que la realidad nos está planteando. Lo formularé en los términos de Giovanni Sartori, un defensor de la sociedad abierta, alarmado ante la penetración de una cultura que, como la islámica, incluso en su versión más moderada, insiste en la superioridad de la creencia sobre la democracia, en la supremacía de la umma sobre la ciudadanía. ¿Es posible integrar a los extranjeros que se proponen permanecer como extraños a la comunidad que los acoge? ¿Es posible construir una sociedad plural con aquellos extranjeros que rechazan los principios de la pluralidad? ¿Puede existir una ciudadanía democrática gratuita, concedida a cambio de nada?

Antoni Puigverd, Más allá del xenófobo y del buen salvaje, La Vanguardia, 21/06/2010
http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100621/53950582387.html

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