Què vol dir ser civilitzat?
Sin embargo, lo que hay detrás de esta escueta afirmación es un dilema real.
Para distinguirlo, hay que liberarse del contexto que opone “nosotros” a “los
demás” y de la idea de que es posible evaluar las civilizaciones tomadas como un
todo. Las civilizaciones (o las culturas) son intrínsecamente incoherentes,
cambian sin cesar, por lo que inscribirlas en una jerarquía inmutable no tiene
ningún sentido. “La línea divisoria entre el bien y el mal no separa ni los
Estados ni las clases ni los partidos, sino que atraviesa el corazón de cada
hombre y de toda la humanidad”, escribió Solzhenitsyn; y de todas las culturas,
podemos añadir. Aun así, ¿es que debemos renunciar a todo juicio de valor sobre
un hecho cultural con el pretexto de que no es el nuestro? En efecto, con el
deseo de huir del etnocentrismo de los racistas y los colonialistas, numerosos
militantes y algunos etnólogos o historiadores profesionales consideran que
habría que prohibir dichos juicios.
Nos ponemos de acuerdo sin vacilaciones para establecer un marco universal en
relación con la ciencia: las leyes de la física no varían de un país a otro. Los
productos de la tecnología no son verdaderos o falsos, pero también ellos
obtienen un fácil consenso, a poco que se sepa cuál es el objetivo que se busca.
Es innegable que un hacha de hierro es superior a un hacha de piedra, si el
criterio escogido es cortar la mayor cantidad posible de madera en el menor
tiempo posible. Un coche es objetivamente más sólido, o más rápido, o más
cómodo, que otro. Un pueblo que practica la escritura puede llevar a cabo
actividades mentales inaccesibles para los pueblos que carecen de ella. Ninguna
lengua es, en sí misma, superior a las otras, pero una puede ser más rica que
otra en relación con una necesidad concreta.
¿Y qué sucede con la moral? Barbarie y civilización son dos categorías de
origen particular pero cuya aplicación puede ser universal. Sin embargo, ser
civilizado no significa que se tengan estudios superiores, sino que se sabe
reconocer la plena humanidad de los otros, aunque sean diferentes. No son
bárbaros quienes no tienen buena educación o han leído poco, sino quienes niegan
la plena humanidad de los demás. Las sociedades esclavistas y los regímenes
totalitarios, que institucionalizan la desigualdad entre los seres humanos,
merecen ser condenados estén donde estén.
No estamos obligados a pasar del etnocentrismo —“valgo más que los otros”— al
nihilismo del “todo vale”. Ver solo la paja en el ojo ajeno es señal de que, por
lo menos, tenemos una paja en el nuestro. A no ser que sea una viga.
Tzvetan Todorov, Bárbaros o civilizados, El País, 19/06/2012
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