Espanya i el futur de l'euro.
Empezó con una crisis bancaria en un pequeño país europeo: Austria. Austria
trató de intervenir con un rescate bancario; pero al dispararse el coste del
rescate, se dudaba de la solvencia del Gobierno. Los problemas de Austria no
deberían haber sido lo bastante grandes para tener repercusiones importantes en
la economía mundial, pero, en la práctica, generaron un pánico que se extendió
por todo el mundo. ¿Les resulta conocido?
Y está volviendo a suceder, tanto en Europa como en Estados Unidos.
¿Y qué deberían hacer los dirigentes europeos (a quienes les interesa
enormemente contener la crisis española)? Parece evidente que los países
acreedores europeos necesitan, de una forma u otra, asumir algunos de los
riesgos financieros a los que se enfrentan los bancos españoles. Y no, a
Alemania no va a gustarle, pero con la propia supervivencia del euro en juego,
un poco de riesgo financiero debería ser un problema menor.
Pero no. La “solución” de Europa ha sido prestar dinero al Gobierno español y
decirle a este que rescate sus propios bancos. Los mercados financieros no han
tardado ni un segundo en darse cuenta de que esto no resolvía nada, que
simplemente endeudaba todavía más al Gobierno de España. Y la crisis europea es
ahora más profunda que nunca. Pero no ridiculicemos a los europeos, porque
muchos de nuestros dirigentes políticos están actuando igual de
irresponsablemente. Y no me refiero solo a los republicanos del Congreso, que a
menudo dan la impresión de estar intentando sabotear la economía
deliberadamente. (...)
No debería estar sucediendo nada de esto. Como en 1931, los países
occidentales tienen los recursos que necesitan para evitar la catástrofe y, de
hecho, recuperar la prosperidad (y tenemos la ventaja añadida de saber mucho más
que nuestros bisabuelos sobre cómo se producen las depresiones y la manera de
ponerles fin). Pero el conocimiento y los recursos no sirven de nada si quienes
los poseen se niegan a utilizarlos.
Y eso es lo que parece estar ocurriendo. Los fundamentos de la economía
mundial no son, en sí, tan preocupantes; es la casi universal abdicación de la
responsabilidad la que me llena, a mí y a muchos otros economistas, de una
sensación de angustia cada vez mayor.
Paul Krugman, La gran abdicación, El País, 25/06/2012
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