Eurovegas i el nou model productiu.
El caso Eurovegas se está convirtiendo en un icono del desconcierto en que viven las élites políticas y económicas españolas. En su pelea por la ubicación del negocio del magnate Adelson, las autoridades políticas de Cataluña y de Madrid, con sus presidentes a la cabeza, y un coro empresarial de acompañamiento, nos han ofrecido un espectáculo nada edificante. Con unos desvelos dignos de mayor causa se han dedicado a poner alfombras y a rendir pleitesía a una delegación de Las Vegas Sands Corporation, encabezada por su director general, Michael Leven. Da apuro ver a señores tan importantes jaleando a los dirigentes de una compañía que, como ha explicado estos mismos días The New York Times, representa los peores modos del capitalismo. ¿A qué viene este servilismo? Es cierto que España está muy mal. Pero ¿tanto como para perder la cabeza por un proyecto cargado de sombras como Eurovegas? ¿Alguien puede creer que jugar a Bienvenido Mr. Marshall sirve para que el país recupere credibilidad y confianza?
Con la arrogancia del colonizador, Michael Leven dice que para lo que están
proponiendo “es necesario que se produzcan cambios legislativos”. Y no solo
ninguna autoridad le pone en su sitio, sino que corren a estudiar las
modificaciones legales. Ahora resultara que ya no es Europa sino Las Vegas Sands
quien determina la legislación española. Porque seamos claros, lo que proponen
Adelson y compañía es que se les cree una isla de excepción legal. Un territorio
al margen de la legislación del país, donde se pague menos al fisco, los
trabajadores tengan menos derechos, se consigan exenciones de todo tipo y se
suspendan leyes como la del tabaco.
¿Y todo eso para qué? Para hacer una gran inversión cuyas cifras millonarias
y promesas de empleo suben y bajan con gran alegría, en la que jugará un papel
central un sector —el del juego— cuyos efectos contaminantes son perfectamente
conocidos. Evidentemente, la operación despertará de nuevo la especulación
inmobiliaria en el territorio elegido y su entorno y pone en cuestión por
completo el desarrollo equilibrado de zonas tan sensibles como el área
metropolitana de Barcelona. Inicialmente, la apuesta fue presentada como un maná
de dinero y trabajo. Ahora resulta que el dinero no es tanto. Y que Adelson,
como era previsible, condiciona el negocio a que se le financien, como mínimo,
dos tercios de la inversión. Con lo cual la gran promesa empieza a adquirir
dimensiones de ilusión. En la actual situación española cuesta imaginar
inversores extranjeros poniendo dinero aquí y cuesta más todavía pensar que los
bancos del país den a Las Vegas Sands el crédito que niegan a las empresas
españolas. ¿Cómo lo justificarían? No es imposible, por tanto, que todo quede en
un brindis al sol. Con lo cual el ridículo de los aduladores de Eurovegas sería
todavía mayor.
Pero lo grave de este asunto es la desorientación que transmite. Se nos está
diciendo que hay que cambiar de modelo productivo, que hay que ir a una economía
de valor añadido basada en la educación, en el esfuerzo y en la creatividad, que
la única carta de futuro es la calidad. Y una parte distinguida de la política y
del empresariado español se dedican a engalanar el paisaje para hacer entrar en
carroza un proyecto que nos vuelve al sector inmobiliario y sus burbujas, que se
funda en la quimera del negocio fácil y que es un foco reconocido de atracción
de tramas y dineros de la sordidez de los subsuelos. Entiendo que algunos
empresarios y despachos puedan ver negocio en el entorno de esta movida, pero,
en fin, me temo que la presencia de varios de ellos en el cortejo es más por
presión que por convicción. La relación entre política y dinero es escabrosa en
un país que tienen mucho de capitalismo de amiguetes. Entiendo, en el caso de
los políticos, que la tremenda realidad del paro les provoque alucinaciones
cuando alguien promete empleo. Pero hay que valorar muy bien la realidad de lo
que se propone y las consecuencias. Y lo primero es la transparencia. Porque lo
sospechoso de este caso es que la ciudadanía tiene la información extremadamente
limitada. Sabemos de visitas y agasajos, pero no sabemos nada concreto ni de los
planes del señor Adelson ni de las concesiones que se están haciendo. ¿Por qué?
Leven lo ha dicho muy claro. Quieren que cambie la legalidad. Ahora que tanto se
habla de cesión de soberanía, ¿vamos a transferir la soberanía a Las Vegas? Las
élites de este país han perdido el norte.
Josep Ramoneda, Eurovegas, icono del desconcierto, El País, 27/06/2012
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