Quant n'haurem de pagar?


Contra lo que sugieren nuestras risueñas autoridades, este rescate tendrá un coste. Y alto, aunque, claro, muy inferior al de no disponer del apoyo dispensado por Europa. Probablemente alcance un mínimo ¿de 15.000 a 17.500 millones de euros? en coste directo. Es una estimación primaria, a la espera de las condiciones definitivas y suponiendo que las variables imprevisibles (crecimiento, rapidez en la recuperación de los bancos intervenidos...) acaben en un punto intermedio, ni utópico, ni catastrófico.

Pongamos que la cifra final utilizada del préstamo europeo se acerque a los 100.000 millones disponibles. Presumimos, en esto con mucha prudencia, que se usará casi todo el colchón: que las consultoras agravarán los 40.000 millones que adelantó el FMI —dando pábulo a su ampliación—, y que las auditoras encontrarán más morosidad de la imaginada.

El tipo de interés rondaría, se prevé oficialmente, el 3%. Es algo más de lo que paga el fondo de rescate europeo por sus emisiones de deuda. Contando las comisiones, y que su prima empeore precisamente por emplear buena parte de su munición, lo superaría, quizá hasta el 3,5%: entre 3.000 y 3.500 millones anuales en pago de intereses. Esta cantidad engrosará el déficit presupuestario en más de tres décimas, que cargarán a pelo sobre el contribuyente. Engaña quien olvide de advertir de esto a la ciudadanía. Como referencia, recordemos que se trata de aproximadamente un tercio de los ajustes practicados a sanidad y educación (10.000 millones).

Ahora bien, el préstamo se concederá a largo plazo, seguramente a 10 años. Pongamos que la gestión de la reconversión bancaria a la que se dedica es excelente, y que la salida de la recesión desemboca en un crecimiento no óptimo, pero sostenido, sin estropicios adicionales en la cartera de activos. Con ese viento a favor quizá solo se necesitaría, como promedio, la mitad del decenio para sanear los bancos. Cinco anualidades de 3.000/3.500 millones: 15.000/17.500 millones. Esa estimación parte de que algunas pequeñas entidades bien absorbidas entraron en rentabilidad, en el pasado, a los dos/tres años; y otras, nunca, simplemente el absorbente compensó su agujero.


La recuperación de esa cifra por el contribuyente es tan imperiosa como imprevisible. El FROB convertirá la ayuda del fondo de rescate, en casos como Bankia, en inyección de capital, irrecuperable hasta que se privatice. Pero en otros casos puede optar a prestarles facilidades crediticias y no subvenciones, mediante bonos convertibles contingentes, los cocos, de manera que los intereses que reciba por ellos rebajarán el déficit adicional señalado.

En todo caso, si los 3.000/3.500 millones anuales de intereses van a déficit, la parte dispuesta de los 100.000 millones aumentará la deuda. Equivalen a unos 10 puntos del PIB. Zapatero dejó la deuda en el 68,5% del PIB en 2011, Rajoy preveía un 79,8% este 2012 y un 82,3% en 2013. Si se le añaden esos 10 puntos del rescate, el stock de deuda pública se situará en el filo del 90% del PIB, la frontera a partir de la cual se suele considerar difícilmente sostenible.

El Gobierno calcula que el impacto psicológico positivo del rescate reducirá la prima de riesgo de esa deuda, de forma que compense el gasto en intereres. Pero este efecto benéfico pugnará con el maléfico miedo de los mercados al reseñado aumento de la deuda. Quizá es lo que ocurrió ayer. En un escenario equilibrado, quizá ambos efectos se neutralicen. Pero entonces, el pago de intereses anuales no será compensado: faltaría que el BCE jugase a favor, con un retorno a la compra masiva de bonos españoles. Y queda aún un severo impacto indirecto: los 10 adicionales de deuda, a) podrían neutralizarse cancelando deuda antigua, algo muy arduo; b) podrían haberse aplicado a políticas de relanzamiento.

Habrá que discutir, pues, de contrapartidas. No solo las de España a la UE. Sino también las de la banca a los contribuyentes. Continuará.

Xavier Vidal-Folch, Lo que costará este rescate, El País, 12/06/2012

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