Posteconomia (entrevista a Antonio Baños).
Antonio Baños |
-En su libro establece muchas semejanzas entre la Edad Media y
nuestro tiempo. ¿Cuál sería la más instalada y quizás la menos
evidente?
-Por poner un ejemplo, la medida del tiempo. Vivimos en un presente perpetuo,
un concepto muy medieval, vivimos en el “ya”, hay que hacerlo todo ya, tomar
decisiones ya, todo cambia a una velocidad de vértigo
.
-¿Qué es la post-economía?
-La economía ya no es lo que era, es incapaz de cumplir con una de sus
funciones básicas: prever lo que va a suceder. Y no puede precisamente por la
velocidad a la que va todo, por eso yo hablo de posteconomía, que no es más que
lo que los expertos denominan “economía el caos”.
-El subtítulo del libro, “Hacia un capitalismo feudal”, también da
juego...
-Sí, pero no es nada descabellado. Lo vemos muy claramente en la composición
de la sociedad y en el papel protagonista que ha adquirido la economía. Fíjese
que ha influido hasta en nuestra forma de hablar: gestionamos emociones,
rentabilizamos el tiempo... ¡Han influido en nuestra cotidianeidad, en nuestra
forma de hablar!
-Dice en su libro que la sociedad también se transformará en una
sociedad medieval y que ya lo estamos viendo. Y que la economía es la nueva
religión. ¿Qué papel le queda entonces a la iglesia en esta nueva Edad
Medieval?
-La economía se ha convertido en un dogma y una iglesia al mismo tiempo. Es
ese tipo de doctrinas que priman el dogma por encima de la espiritualidad o la
duda. Estaríamos en un proceso parecido al paso de la patrística a la
escolástica, cuando los pensadores cristianos dejaron de preguntarse qué era lo
bueno y pasaron a ordenar a los demás que hicieran lo que ellos consideraban
bueno. La espiritualidad regresará, volverá como espacio de libertad íntima, en
busca de una vida más noble, para buscar la libertad del espíritu dentro de la
conciencia humana porque fuera, en el mundo, solo encontraremos ofertas de
smartphones.
-¿Quién es el rey en esta nueva Edad Media? ¿O en este ámbito no hay
metáfora?
-En los primeros siglos de composición del estado feudal, que arranca
claramente con la decadencia romana, los reyes no son más que primus inter
pares. De hecho, en Catalunya no teníamos rey puesto que el cargo máximo
era un princeps, el primero entre todos los condes de igual rango. Los nuevos
señores “deudales” no necesitan rey. Están asegurando sus dominios, bien sea a
partir de clientes, de concesiones para explotar servicios o infraestructuras o
bien para el control y gestión de todo tipo de tráfico: automóviles, bonos,
cultura, genoma... No creo que llegue a aparecer un rey Arturo pero por su
puesto que sí que existe la mesa redonda y sus caballeros: Davos, eurogrupo,
G20, Bilderberg...
-¿Durará también mil años?
-Ja, ja, ja… ¡Hoy en día nada dura mil años! Lo que yo describo en el libro
es una metáfora de una sociedad que está en construcción. Un servidor, que es
muy poco hegeliano y menos marxista en cosas de la historia, no cree en absoluto
que éste sea un proceso irreversible. Precisamente el objetivo del libro es
advertir que existen unas “ideas-fuerza” muy feudales para intentar
cortocircuitarlas. De todas maneras hay que recordar que la Edad Media estuvo en
constante rebelión contra los señores… ¡Así que hay faena para rato!
-¿Cuáles son los aspectos o modos de funcionar positivos que sí
debemos quedarnos?
-En el libro cito a Guibert de Nogent, un escritor del siglo XII que estaba
escandalizado porque los campesinos se habían organizado en comunas que se
permitían pasar de pagar a los señores. La Edad Media es también la edad del
ius peregrinandi, de la libertad de movimientos de personas sin
pasaportes ni estados. Los tiempos de los goliardos eran sociedades que tenían
más de 100 días de fiesta al año... En fin, que entonces, como ahora, no todo
era oscuro. Las formas positivas están en recuperar lo comunitario, expresarlo
en la autonomía, la asamblea, la libertad de criterio superando la horrible idea
de liderazgo y obediencia.
Baños no deja ni un segundo de lado el sentido del humor, pero habla de
conceptos muy serios. En su libro conviven citas de Los Simpsons con otras de
Ovidio o de Giordano Bruno, pero tal como constató en su presentación el
medievalista de la Universitat Autònoma de Barcelona, Daniel Rico, “sus
comparaciones no son disparatadas, tienen mucho sentido”. Incluso aquellas en
las que equipara al emprendedor con la figura del caballero andante o a los
think tanks con los cenobios custodiados por sacerdotes. Y tiene muy
claro que el humor es un medio, no un fin en sí mismo.
-¿Por qué reivindica el humor para explicar la economía con la que
está cayendo?
-La seriedad, que no la objetividad ni la racionalidad, es la única carta que
tiene el discurso sistémico en temas económicos. La falta de seriedad, que no de
rigor, pretende abrir ese universo sacerdotal y secreto del verbo de los
economistas y ventilarlo, exponerlo al público para que vean que sólo hay
pomposidad y, como diría Valle Inclán, “Divinas palabras”.
-¿Por qué dice en el apartado que le dedica a las soluciones que
ahora es mejor no hacer nada?
-Yo abogo por resistirse. En nuestro tiempo, todo el sistema nos incita y nos
obliga a la acción constante. Se trata de una gran trampa para que la acción
nos hurte la reflexión. Por eso yo propongo resistirse, negarse a hacer para
ponerse a pensar primero y desobedecer después. Al capitalismo no se le puede
confrontar así a la brava. No te puedes oponer a él porque te absorbe, no hay
más que ver como los hipis, los punks o el ecologismo han sido movimientos que
han acabado deglutidos por lo publicitario-capitalista.
-¿Y qué propone?
-Vivir de una manera moral y justa, siendo feliz con cosas que no tengan
precio La economía se ha convertido en un dogma y una iglesia(o valor), deseando
más pero consiguiendo menos, bebiendo agua del grifo, llamando desde el fijo,
remendando los pantalones… Descreer es el primer y gratuito acto subversivo al
que debemos acogernos. Pero eso sí, siempre de manera comunitaria, socializada,
alegre y generosa.
-Dice usted que los economistas tienen que dar miedo para que les
escuchen. ¿No ha jugado un poco a lo mismo anunciando la Edad Media que está por
venir?
-(Risas) Hay un poco de marketing en esa actitud y sí, yo he jugado también
un poco a eso. Pero sí, parece que para que hoy se les escuche, los economistas
deben traer el apocalipsis consigo, un apocalipsis que por otro lado, es muy
plausible. Pero volviendo al concepto de seriedad, el economista, como buen
sacerdote esotérico, crea más misterio que tranquilidad, genera más dudas que
respuestas, haciéndose así imprescindible su concurso para que la gente pueda
interpretar el mundo y sus signos, sea el hígado de una oveja o la cotización
del bono alemán, que a estas alturas viene a ser lo mismo.
Silvia Cruz, "La economía se ha convertido en un dogma y una iglesia", entrevista a Antonio Baños, La Vanguardia, 20/06/2012
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