L'autoengany en política.
El presidente recurre al mecanismo psicológico de la negación precisamente en
el momento en que el Gobierno ha perdido por completo el control de la
situación. En la oposición jugó la carta del dramatismo para desgastar al
Gobierno. Y cuando llegó al poder insistió en la estrategia de choque para
mantener atemorizada a la población. Cuando se ha puesto de manifiesto que la
estrategia de resistir, esperando que el tiempo amaine, no lleva a ninguna
parte; cuando la inoperancia del Gobierno ha empezado a ser objeto de sarcasmo
en la prensa internacional, y cuando Bankia ha acabado para siempre con la
coartada de que la culpa de todo era de los socialistas, el presidente del
Gobierno ha vuelto a la negación. Por mucho que se nieguen, los problemas hacen
su camino, y es un grave error, como dice la propia Reinhart, no saber
distinguir entre la solución y tirar la pelota hacia adelante. ¿Salvar a España
o salvar el cargo? Habría razones para pensar que la negación de Rajoy es
estrictamente táctica, que simplemente es la reacción psicológica ante la
posibilidad de una intervención que podría convertirle en el presidente más
efímero de la democracia. En su partido, tan monolítico cuando las cosas van de
cara, ya hay ruido de nombres para un hipotético recambio.
Pero lo más preocupante no es tanto la negación de la gravedad de la
situación económica como el silencio absoluto sobre la crisis de la democracia
española, con las principales instituciones seriamente deterioradas y con una
crisis de confianza agravada por la ruptura del pacto social por parte de un
Gobierno que se niega a dar explicaciones y a pedir responsabilidades por el
caso Bankia. ¿Cuál es el objetivo estratégico del presidente del
Gobierno? Regresar, Dios sabe cuándo, “a la inversión y el crecimiento”. Sobre
la regeneración de la democracia, la recuperación de la cohesión social, la
redefinición de un modelo de responsabilidades compartidas, ni una palabra. Al
contrario, la crisis como gran coartada para aplazar cualquier otro debate,
cualquiera de las reformas absolutamente necesarias para mantener un clima
social aceptable en una sociedad que no puede volver a la irresponsabilidad de
las élites de las décadas pasadas.
Desde la política, se elogia estos días la responsabilidad de los ciudadanos,
que asumen con resignación, miedo y silencio unas medidas improvisadas y
escasamente debatidas y explicadas, que están minando horrorosamente su calidad
de vida. Primero, no estoy tan seguro de que la resignación sea tal. El malestar
es muy grande, la desconfianza con las élites no para de crecer. Cuándo y dónde
la irritación puede alcanzar un punto de fusión que se traduzca en hechos es
difícil de saber. Segundo, si fuera resignación, no estoy convencido de que sea
motivo de satisfacción. La democracia está contraindicada con la indiferencia.
Si esta se instala, la democracia desaparece.
Contra ejemplaridad, ocultación; contra el miedo, vaguedades voluntaristas;
contra el deterioro social e institucional, silencio. Pacto fiscal, crisis del
Estado autonómico, desprestigio del poder judicial y otras instituciones del
Estado, y sobre todo los devastadores efectos sociales, culturales y morales del
caso Bankia, no despiertan el interés del presidente. Estar al mando de
un país requiere como proyecto algo más que salir del atolladero económico. No
solo de dinero vive una sociedad. Creer que el dinero lo es todo está en el
origen del desastre que vivimos. Para salir de él hay que saber valorar todo lo
importante.
Josep Ramoneda, La doble negación del desastre, El País, 05/06/2012
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