Allò que ens fa ser veritablement humans.
Rómulo y Remo, Tarzán, Kaspar Hauser… todos son casos parecidos al de
Víctor y todos han sido revisitados en forma de obras de arte, ensayos,
novelas, películas, cómics y series de televisión. Thomas Coraghessan
Boyle (Peekskill, Nueva York, 1948) debía tener una poderosa razón para
volver a contar la historia. “Estoy fascinado por nuestra relación –en
tanto que animales–, con el mundo natural. Este tropo aparece a lo largo
de todos mis libros”, responde el autor vía correo electrónico desde
California. Para su relato, lleno de agilidad, ternura y dureza, Boyle
evitó conscientemente volver a ver la película de Truffaut de 1970
(también titulada El pequeño salvaje). “Hubiera comprometido mi propia visión”.
El narrador estadounidense decidió en el último momento dar vida
propia a este relato: “En principio lo concebí como parte de mi novela
de 2006 Talk talk, sobre el robo y la naturaleza de la
identidad. La heroína, Dana Halter, es sorda, y se protege de manera
estricta. Ella es la que escribió El pequeño salvaje, si se me permite la broma borgiana. Retiré la nouvelle
de la novela y aun así uno puede ver a Dana escribiendo el libro y
comprobar cómo su tema coincide con el tema del libro mayor”, cuenta
Boyle.
En el torturado cuerpo de Víctor, y en su mente confinada en sí
misma, se concentran grandes cuestiones en torno a la condición humana:
si venimos al mundo con ciertas ideas innatas (Platón, Descartes); si
somos una hoja en blanco que vamos llenando en sociedad (Locke,
Condillac); si nacemos buenos por naturaleza (Rousseau); si lo contrario
(Hobbes); si una combinación de todo ello (Kant, Krause). Ética,
psicología, religión, lingüística y pedagogía… el famoso método
Montessori (en el que un ambiente amable juega un papel crucial a la
hora de formar al alumno) proviene en origen de Jean Itard, el médico
que trató de humanizar a Víctor y cuyos diarios influyeron decisivamente
en la pedagoga italiana María Montessori.
Al final del libro la cuidadora de Víctor enviuda y queda devastada.
Será entonces cuando el niño salvaje (ya no tan niño) supere el egoísmo y
la autocompasión y muestre el supremo grado de humanidad: la empatía.
Víctor siente en su interior parte del dolor de su cuidadora.
Es aquí cuando Boyle introduce la reflexión política: “Hay un
concepto sociológico llamado darwinismo social en el que la teoría de la
evolución es aplicada a nuestras sociedades para justificar la opresión
de los pobres por los ricos. Podremos tener empatía (algunos de
nosotros, en cierta medida) pero seguimos siendo animales, animales
codiciosos, que buscan el bien propio y el de su clan”. El escritor
recuerda que el gato no siente remordimientos cuando, a pesar tener la
tripa llena, se abalanza sobre el pájaro.
Y, junto a la empatía, la otra gran cualidad humanizadora es la
capacidad para el pensamiento abstracto (posible solo gracias al
lenguaje). "Leche" fue la primera palabra que el pequeño salvaje logró
articular. No aprendería muchas más. Pero no hay humanidad sin esos dos
frágiles y huidizos ingredientes: la capacidad para ponerse en el lugar
del otro y la capacidad de pensar en abstracto. La lucha de Víctor y de
sus cuidadores será alcanzar y preservar lo que nos hace humanos. Esa
es, también, la lucha diaria e inacabable de las buenas personas.
Antonio Fraguas, No todos los humanos son humanos, ElPaís, 08/06/2012
Comentaris