Els futbolistes poden salvar els polítics?



Una de las virtudes más significativas de la selección española de fútbol es la sensatez. Se trata de un valor poco hermanado con las esencias patrias. De hecho, se lo debemos a un pirata holandés, el inolvidable Cruyff. Supo sembrar en el Fútbol Club Barcelona una cosecha que acabó dando trigo para todos en la selección.

La sensatez futbolística es el arte de convertir el talento individual en juego de equipo. Es la elegancia como forma directa de buscar la jugada eficaz. Es la lógica del saber estar en un campo completo, equilibrado, que permite avanzar hacia la portería contraria sin olvidarse de la defensa propia. Es el espíritu mosquetero de todos para uno y uno para todos.

Resulta extraña la sensatez en una tradición nacional que suele abandonarse a otros sentimientos extremos. Somos el reino de la furia o el miedo, de la irresponsabilidad o la culpa. Cuando los vientos soplan a favor, nos abandonamos a las burbujas sin preocuparnos de dibujar un terreno sólido en el que apoyar los pies. Cuando cambian las veletas y el huracán viene de frente, nos sentimos culpables, merecedores de cualquier castigo, y nos dejamos llevar por el especulador visitante que pretende cerrar una goleada a nuestra costa. La sensatez de la selección española, sin embargo, ha conseguido imponer una nueva mentalidad en el equipo, un cambio de sistema productivo.

En nombre de la culpa, nuestra imaginación debería sentirse aterrada ante las amenazas de la primera fase de la Eurocopa. Italia, Irlanda y Croacia tienen buenas Agencias de Clasificación. Mario Ballotelli, el enfant terrible del fútbol italiano, necesita demostrar su genio prodigioso y su talento. Robbie Keane es un veterano artillero irlandés que siente el aliento de todo un país detrás de su pólvora. Y Luka Modric está empeñado en recordar que Croacia sabe aplaudir a jugadores como Suker y Prosinecki.

Motivos hay para que los sueños se resquebrajen y el corazón inquieto de los aficionados sienta la amenaza exterior. Ya estoy escuchando la voz del entendido, y anuncia una catástrofe. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, somos unos ingenuos, derrochadores de ilusión. La realidad europea nos va a poner en nuestro sitio a base de recortes, austeridad, bajada de sueldos. Sudaremos cada gol como una forma de copago sanitario o un peaje de autovía.

También oigo al forofo que grita su inevitable tararí que te vi. Prefiere regocijarse con furia en el entusiasmo de los delanteros españoles. Ya verá la pérfida Albión de lo que son capaces Silva y Torres con la camiseta nacional. Hipotequemos la imaginación, urbanicemos el área del enemigo, construyamos goles, tengamos tres o cuatro viviendas para alquilar entre los necesitados de la gloria, seamos gigantes con una defensa de barro, olvidemos la labor de Iker, Sergio Ramos y Piqué. No hay quien nos pare. A por ellos que no son hijos de Agustina de Aragón.

Lo bueno de la selección española es que ha sabido cambiar el sistema productivo gracias a Iniesta, Xavi y Xabi Alonso. Otra forma de cultura en el campo. Ni culpa, ni furia, sino la sensatez de un juego capaz de convertir el talento individual en espíritu de equipo. Se podrá perder o ganar con La Roja, pero hay algo seguro: no van a imperar la ley del más fuerte o el pánico del más débil, y se buscará en cualquier ocasión una salida colectiva a los problemas.

Dos de los moralistas más importantes del siglo XX, dos de mis santos, Camus y Pasolini, vieron en el fútbol una escuela de vida. No estaría mal que las autoridades pertinentes en España y en Europa estudiasen el ejemplo de esta selección. Y no para hacer política del fútbol, sino para todo lo contrario. Hay que hacer fútbol de equipo en la política.

Luis García Montero, La sensatez, El Huffinton Post, 10/06/2012

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